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LITURGIA DEL VATICANO II

SOLEMNIDAD DE SAN JOSÉ (19 de marzo)

1. San José tuvo una vocación importantísima

Estamos celebrando la Solemnidad de San José, el Esposo de Maria, el Padre y custodio del Hijo de Dios, el Patrono y Protector de la Iglesia y el Patrono de nuestro seminario. Esta simple enumeración de títulos nos indica que san José no es un santo cualquiera, ni siquiera un santo muy importante: es único.
Porque él y solo él fue verdadero padre de Dios, no porque lo engendrara -como hacen los padres de la tierra con sus hijos-, sino porque ejerció como verdadero padre de Jesucristo. José aseguró que Jesús naciese en el pueblo de Dios y le dio unas raíces davídicas, pues sólo los varones contaban para la genealogía e insertaban en la tribu correspondiente. Sin José, Jesús hubiera entrado en nuestra historia como un extraño y la verdad de ser hombre verdadero, no estaría libre de sospechas. José le defendió de Herodes, que quería matarle; le alimentó en Egipto y luego en Nazaret; le llevó a celebrar la Pascua a Jerusalén; le enseñó un oficio con el que ganarse el pan -que quizás tuvo que ganarse entre la muerte de José y su ministerio público-; en una palabra, ejerció de tal modo su paternidad, que la gente de Nazaret pensó que José era el padre de Jesús. «¿No es éste el hijo de José?», dicen sus paisanos, el primer día que les predica en la sinagoga.

José fue verdadero esposo de María. Estuvo casado con ella, según la ley judía. Primero celebró los esponsales -como consta en el momento posterior a la Anunciación-; luego la llevó a su casa y vivieron juntos, aunque en perfecta y completa virginidad, según el testimonio constante de la tradición viva de la Iglesia.

Desde León XIII es patrono oficial de la Iglesia. También lo es de muchos seminarios, incluido el nuestro. Hoy, día de su fiesta, la Iglesia que peregrina en España celebra el DIA del Seminario.

2. José fue grande por la fidelidad a su vocación

Pero san José no fue grande sólo ni principalmente porque tuvo una vocación y una misión tan excelsas. Sin salirnos del evangelio, sabemos que Judas tuvo una misión muy grande; lo mismo que el joven rico. Pero el primero traicionó a su Maestro y Señor, y el segundo prefirió sus riquezas y vida fácil a la llamada de Jesús. San José fue grande porque fue muy fiel. Lo que dice san Agustín de María -«fue más grande porque concibió a Jesús en su mente que en su vientre»-, se le puede aplicar de lleno a José. Lo mismo que las palabras de Jesús: «¿Quién es mi madre y mis hermanos? El que cumple la voluntad de mi Padre ese es mi padre, mi madre y mi hermano»
Esto es lo que hizo José siempre. Los textos que hemos leído nos le presentan como justo. Un hombre que se dejo conducir por Dios, un hombre que respondió con generosidad a la llamada. «Vete, haz, vuelve, acoge, no rechaces a María»: son imperativos de Dios -órdenes expresas de Dios- a las que José obedeció siempre y con toda prontitud. San José está en la misma línea de fe de los grandes Patriarcas y personajes del Antiguo Testamento. Él, junto con María, rotura el camino de fe de la Iglesia. Apoyado en la fe, creyó contra toda esperanza.
Por eso es grande. Por eso es también patrono de la Iglesia -que tiene que mantenerse siempre fiel y pronta a la voluntad de Dios- y Patrono de los seminaristas, que tienen que seguir fielmente su vocación, si Dios les llama, sin pararse ni echarse atrás por las dificultades.
La vida de José no una vida de grandes hazañas; al contrario, es una vida sencilla, muy similar a la de cualquiera de los vecinos de Nazaret. Si en algo es grande la vida de José es en que convirtió en extraordinario, lo más ordinario. La vida de cada día.

3. Fieles, como José, a nuestra propia vocación

Todos y cada uno de nosotros hemos recibido una vocación y una misión que cumplir. No hay ningún hombre ni ninguna mujer que no haya recibido de Dios una encomienda que realizar, que si él no la realiza, nadie lo hará por él. Esto es la vocación.
Unos –los menos- hemos recibido la vocación de ser sacerdotes; otros pocos, la de apartarse del mundo a un convento de clausura o a la vida consagrada; la inmensa mayoría habéis recibido la vocación de formar una familia –en el matrimonio- y santificaros estando comprometidos en los asuntos nobles en los que están comprometidos los demás hombres, para iluminarles –sin cambiar su naturaleza- con la luz de la verdad y del amor, que hemos recibido de Cristo por el ministerio de la Iglesia.
San José nos enseña hoy a ser fieles. A cumplir siempre, y con prontitud y fidelidad lo que Dios nos pide en cada momento. Si lo hacemos, nos ocurrirá como a él: José, en hebreo significa «Dios añadirá». Dios «añadió» a la vida sencilla de José –si se puede hablar así- la grandeza de Santa María, la Virgen, y de Jesús. Si nosotros somos fieles a lo que Dios nos pide, Dios añadirá a nuestra vida –sencilla y sin especial relieve- la grandeza de la santidad y de la eficacia apostólica. Si no fuéramos fieles, nuestra vida sería un rotundo fracaso, aun en el supuesto de que fuera brillante.

4. Seamos devotos de san José

Quizás alguno pregunte: ¿Qué hacer para ser tan fiel como san José? Se me ocurre, sobre todo, esto: tenerle una tierna y recia devoción. Esta devoción nos llevará a meditar su vida, a imitar sus virtudes y –sobre todo- a implorar su protección poderosa.
Santa Teresa de Jesús, la gran santa castellana, nos ha dejado esta impresionante invitación, sacada de su experiencia personal y apostólica:
«Querría yo persuadir a todos que fuesen devotos de ese gran santo, por la gran experiencia que tengo de los bienes que alcanza de Dios; no he conocido persona que de veras le sea devota y haga particulares servicios, que no la vea más aprovechada en virtud; porque aprovecha en gran manera a las almas que a él se encomiendan...
Si fuera persona que tuviera autoridad de escribir, de buena gana me alargaría en decir muy por menudo las mercedes que me ha hecho este glorioso santo a mí y a otras personas... Sólo pido, por amor de Dios, que lo pruebe quien no me creyere, y verá por experiencia el gran bien que es encomendarse a este glorioso Patriarca y tenerle devoción; en especial personas de oración siempre le habrían de ser aficionadas». (Vida, 6).
Pidámosle hoy, la gracia que más necesitemos para responder a lo que Dios nos está pidiendo en este momento. Pidámosle también que aumente las vocaciones al seminario; o, mejor, que aumente la generosidad de los padres para trasmitir la vida y luego regalar los hijos a Dios; y mayor generosidad por parte de los hijos, para seguir la llamada de Dios. Porque ¡Dios llama más de lo que parece! Y nosotros le respondemos ¡menos de lo que pensamos!

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