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LITURGIA DEL VATICANO II

DOMINGO TERCERO DE CUARESMA (15.III.09) - Ciclo B

TEMPLO ETERNO HECHO EN TRES DÍAS

«Él hablaba de su cuerpo»


 

Hoy estamos en el Templo de Jerusalén, aquella maravilla que era la gloria máxima del judaísmo, centro de unidad y como la encarnación más representativa del pueblo judío. Jesús va a realizar el gran signo mesiánico de la «purificación» de ese lugar, convertido en mercado de bueyes, ovejas y palomas, y en banco de negocios. «No convirtáis mi casa en un mercado», dice proféticamente. Y, sin más, echa fuera a los animales y tira por el suelo el dinero de los cambistas. Se cumplía así lo que había profetizado Zacarías sobre «el día del Señor». Sus discípulos interpretaron el gesto según «lo que está escrito: el celo de tu casa me consume», que son unas palabras del salmo 69, 10, donde un orante justo es perseguido y afrentado por todos. El texto del salmista se convierte así en una prueba de que Jesús ha purificado el Templo a costa de su vida. El evangelio llega a su cumbre en el reto lanzado por sus enemigos a Jesús y en la respuesta que Él les da. Para ellos, Jesús había realizado un acto sacrílego contra el Templo y castigable incluso con la muerte. Se sienten, pues, con pleno derecho para interrogarle: «¿con qué autoridad haces esto?» «Destruid este templo y yo lo reconstruiré en tres días», les contesta Jesús. No es una respuesta absurda, porque él no se refería al Templo que tenía delante, que se había construido en cuarenta y seis años. Él –puntualiza san Juan- «hablaba de su cuerpo» La escena quedó totalmente esclarecida,  cuando su cuerpo, destruido por la muerte a manos de sus enemigos, resucitó glorioso al tercer día. Estamos, pues, ante el gran desplazamiento. Todo el sistema ritual, sacrificial y de alabanza que estaba vinculado al Templo en el judaísmo, se traspasa a Jesús. El cuerpo resucitado de Jesucristo es el nuevo y definitivo Templo, el espacio para el culto «en espíritu y en verdad». En él se da la presencia personal de Dios entre los hombres, la fuente inagotable de salvación, el lugar del encuentro con Él de todos los hombres y mujeres, sea cual sea la situación y necesidad en que se encuentren.         

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