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LITURGIA DEL VATICANO II

Domingo de Resurrección (16.IV.2017) - Ciclo A

TRIUNFÓ LA VIDA

“Vio y creyó”

___________________________Los españoles celebramos como nadie la Semana Santa. Pero tenemos más preferencia por los Cristos yacentes que por los Cristos gloriosos. De hecho, no  hay comparación posible entre el número de imágenes del Crucificado y del Resucitado. Sin embargo, el fundamento de nuestra fe no es que Jesús murió sino que resucitó. La muerte de Cristo sin resurrección sería la de un derrotado, la de un vencido por sus enemigos, la de un impotente para librarse de algo tan horrendo. Gracias a la Resurrección, la muerte de Cristo es una victoria formidable: la victoria de quien, con su muerte, ha matado a la muerte. Lo que al fin ha triunfado no es el odio y la injusticia de los poderosos. Lo que ha triunfado ha sido el amor. El Padre, al resucitar a su Hijo del sepulcro, nos ha demostrado que ha aceptado la muerte de ese Hijo por nosotros y que esa muerte ha sido la muerte de quien salió fiador por nosotros para que Él perdonase nuestros pecados y nos devolviese la herencia que nos había  arrebatado la conducta irresponsable de nuestros  primeros padres Adán y Eva.  La Resurrección es, pues, el fruto multiplicado  del grano de trigo que, al caer en tierra y destruirse, germina en cosecha abundante. Sin la Resurrección, toda la enseñanza, todos los milagros y toda la vida bondadosa de Jesús se quedaría en un proyecto, todo lo bello que se quiera, pero, en el fondo, un proyecto fracasado. Tan fracasado, que nadie se habría hecho discípulo suyo. Lo entendieron muy bien los Apóstoles y la primera comunidad cristiana, cuyo mensaje originario y principal fue éste: “Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras y resucitó según las Escrituras, aceptadlo, arrepentíos y recibid el Bautismo para que seáis salvados”. Así surgió la primera comunidad cristiana. Así surgieron luego todas las comunidades cristianas que fundaron los Apóstoles y las que vendrían a lo largo de los siglos. Y así tendrán que volver a surgir las nuevas comunidades cristianas que sean capaces de presentar a este mundo nuestro un mensaje tan atrayente, que valga la pena jugarse la vida por vivirlo y proclamarlo. ¡Feliz Pascua!

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