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LITURGIA DEL VATICANO II

Domingo 4 de Cuarsma (26.III.2017) - Ciclo A

CIEGOS E ILMUMINADOS

“Yo soy la luz del mundo”

___________________El evangelio de este domingo es la segunda catequesis sobre el Bautismo que la Iglesia imparte a los que lo recibirán en la próxima Pascua y a quienes ya lo han recibido, pero lo renovarán con las promesas bautismales de la Noche Pascual. La Iglesia se sirve de un milagro espectacular realizado por Jesucristo: la curación de un ciego de nacimiento, al que mandó lavarse en una piscina. “Fue, se lavó y vio”. Es lo que sucede en el Bautismo: vamos ciegos, Cristo nos da su luz de Resucitado –simbolizada en el Cirio Pascual que está en el Bautisterio- y comenzamos a ver. Por eso las fuentes primitivas llaman “iluminado” al que era bautizado. Pero el ciego que recobró la vista no sólo nos muestra el milagro sino el proceso de fe que recorrió y que tuvo tres etapas. En la primera sólo sabe que quien le curó “se llama Jesús”. En la segunda ya ha descubierto que es “un profeta”. En la tercera confiesa que es el “Hijo del hombre”, expresión equivalente a “Dios”. Todavía hay un tercer elemento bautismal: las dificultades que tuvo que afrontar por profesar que Jesús era Dios: los jefes le llenan de improperios y le expulsan de la sinagoga. Nosotros hemos recibido la luz de Cristo, porque estamos bautizados. (Si no lo estás, llama hoy mismo al 650.284.658 o escribe a catecumenadodeburgos@gmail.com). Pero no es improbable que la luz de la fe que recibimos entonces esté demasiado mortecina sino apagada. Necesitamos recorrer el itinerario del ciego: ir a Jesús, decirle que nos devuelva o afiance la fe y pechar con las consecuencias. Ir a Jesús es ir a su Palabra, acercarte luego al sacramento de la Reconciliación y, después, concluir en la Eucaristía participada y comulgada para seguir a Cristo pase lo que pase. ¡Qué alegría la del ciego al ver las cosas y las personas, ante las cuales pasaba cada día pero no existían para él! La misma que tendremos nosotros cuando reavivemos nuestra fe y descubramos ¡otra vez! para qué hemos nacido, qué sentido tiene nuestro trabajo, por qué sufrimos, qué hay después de la muerte, en una palabra: el sentido verdadero de nuestra existencia.       

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