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LITURGIA DEL VATICANO II

Domingo 6 del Tiempo Ordinario (15. II. 2015) - ciclo B

TODOS SOMOS LEPROSOS

“Quiero, queda limpio”

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En tiempos de Jesús la lepra era una enfermedad casi incurable. El pueblo de Israel, además, la consideraba pecado y excluía a quien la contraía de las celebraciones de culto, de su propia familia y del resto de la población, y sólo le permitía convivir con otros leprosos. Si alguien pasaba cerca, el leproso debía gritar: “Impuro, impuro”, porque si alguien le tocaba, él  mismo quedaba impuro y condenado a sufrir sus mismas exclusiones sociales y cultuales. Ser leproso era estar muerto en vida. Pues bien, un día un leproso se acerca a Jesús, se pone de rodillas y le dice con toda sencillez: “Si quieres, puedes limpiarme”. Jesús no se enfada con él, porque ha osado quebrantar lo prescrito por la Ley. Tampoco le riñe porque ha tenido el atrevimiento de acercarse y pedirle la curación. Más aún, realiza un gesto impresionante e impensable: “Le toca con su mano” y le dice: “Quiero, queda limpio. Y se curó”. Jesús no tiene miedo a quedar manchado. Y, de hecho, no sólo no queda manchado por la impureza de la lepra sino que limpia al leproso. El influjo no va del leproso a Jesús sino de Jesús al leproso. La pureza de Jesús se revela “contagiosa” de un modo muy positivo: el contacto con él purifica al leproso, le comunica su pureza. Hoy nadie considera que la lepra o la enfermedad sea pecado o una impureza religiosa. A veces, un enfermo puede estar mucho más cerca de Dios que los sanos. Sin embargo, esto no obsta para que la lepra haya sido considerada tradicionalmente en la Iglesia como  imagen del pecado. Éste sí que es una verdadera lepra, pues nos hace impuros, manchados, ante Dios. Por eso, tenemos necesidad de ser purificados y debemos dirigir al Señor esta oración: “Si quieres, puedes limpiarme”. En el sacramento de la Penitencia Jesús nos dice como al leproso: “Queda limpio”.Y quedamos limpios y readmitidos de pleno derecho en la comunidad cristiana. Jesús no siente asco por nuestros pecados. Siente lástima y compasión. ¿Por qué sentir nosotros asco de confesar esos pecados y quedar limpios y perdonados?             

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