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LITURGIA DEL VATICANO II

Domngo 10 del Tiempo Ordinario (10:VI.2018)- Ciclo B

¿MITO O REALIDAD PERSONAL?

“Todo reino dividido se destruye”

*** El evangelio de este domingo presenta un personaje del que se habla poco pero  cuya presencia y actuación no puede ser mayor: el demonio. La primera página de la Biblia se abre, precisamente, con su tentación y victoria sobre nuestros primeros padres, y la última se cierra con su derrota, completa y total, por el Cordero Degollado. Es decir, por Cristo, muerto y resucitado. Más aún, todas las páginas de la Biblia pueden reducirse a esto: la lucha del demonio contra Dios y su creatura, el hombre, y la lucha y victoria de Dios sobre él. El evangelio de hoy es una muestra. Ante la acción de Cristo expulsando demonios y librando a los hombres de su acción malévola, los fariseos reaccionan de modo blasfemo: hace eso porque “tiene un demonio, que se llama Belcebú, que es el príncipe de los demonios”. Jesús les hace ver que esto es un absurdo y un contrasentido: “¿Cómo puede luchar Satanás contra sí mismo?” Lo que ocurre es que él es más fuerte que el demonio y, por eso, le vence y echa fuera del hombre. Eso es lo que demuestra con sus milagros. No obstante, hasta que llegue el momento final de la historia, el demonio seguirá dando guerra e infligiendo todo el mal que pueda al hombre. Esa guerra continúa hoy. Diría más. La ha intensificado. Y en tantísimos casos la gana. Quizás su victoria más llamativa sea la de haber convencido a mucha gente, incluso de Iglesia, que no existe, que es un mito, una idea inventada por personas a quienes se les ha parado el reloj. No piensa así el Papa Francisco, como acaba de recordarlo en su reciente exhortación “Alegraos y regocijaos”: “No pensemos que es un mito, una representación, un símbolo, una figura o una  idea”. No. “Es un ser personal que nos acosa”. Algunos casos de esta acción maléfica del demonio pueden ser, por ejemplo, la convicción llevada a tantos y tantas de que el aborto es un “derecho” y una “conquista”, que el ser hombre y mujer no depende de la naturaleza sino de la cultura o que no existe la verdad sino que todo es relativo. Deberíamos recordar que Jesús nos mandó rezar así en el Padre Nuestro: “Líbranos del mal, del maligno”.                 

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