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LITURGIA DEL VATICANO II

Domingo 28 del Tiempo Ordinario (15.10.2022) - Ciclo A

TODOS ESTAMOS INVITADOS

“Salid a los caminos e invitad a todos”.

Un rey celebraba la boda de su hijo y preparó un gran banquete. Cuando todo estuvo preparado, envió mensajeros para avisar a los convidados. Pero éstos reaccionan con indiferencia, con malos tratos e incluso con la muerte de los emisarios. El rey, lejos de desanimarse, mandó a sus criados salir a los caminos e invitar a cuantos encontrasen. La respuesta fue formidable: se llenó la sala de invitados. Cuando el rey entró para saludarles, vio que uno había entrado sin el traje de boda. Al verlo, le increpó: ¿Cómo has entrado aquí sin ponerte el traje de boda? Él calló. Entonces el rey mandó que lo sacaran fuera, que lo castigaran y cerraran la puerta. El rey es Dios, el que se casa es su propio Hijo, la boda es la alianza con el primer pueblo, los emisarios son los profetas, los que llenan la sala son los de su nuevo y definitivo pueblo formado por todos los que aceptan su alianza, entre los que sobresalen los pobres, el traje de boda es el que recibimos en el bautismo y conservamos sin mancharlo ni rasgarlo. Pero incluso en este caso, Dios nos da la posibilidad de recuperarlo limpio y sin jirones mediante el sacramento de la penitencia y así participar también en el gran banquete de la Eucaristía. En una ocasión me dijo un buen sacerdote con gran experiencia: la vida cristiana se desplaza sobre dos ruedas: la Eucaristía y la Penitencia. Quien las lleva pinchadas, no da pasos importantes aunque se mueva mucho. Con el tiempo lo he verificado muchas veces. Dada la fragilidad humana, ¿cómo podemos prescindir del sacramento de la misericordia?         

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