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LITURGIA DEL VATICANO II

D.O. 32 Ciclo - A. Dedicación de la Basílica de san Juan de Letrán

TEMPLOS DE PIEDRA Y DE CARNE

«Él hablaba de su Cuerpo»


 

 

 

Monseñor Van Thuan era obispo de Saigón cuando los comunistas le encarcelaron. Liberado y expulsado de su país, Vietnam, como persona indeseable, se refugió en Roma. En una ocasión dirigió los Ejercicios Espirituales a Juan Pablo II y a la Curia Romana y les contó muchas anécdotas de su cautiverio. Entre otras, cómo camuflaba el vino como si se tratase de un jarabe  para su estómago y cómo se las arreglaba para celebrar la misa: su mano era el cáliz donde depositaba unas gotas de vino; su memoria, el único libro litúrgico; y la oscura celda, el templo donde hacía sacramentalmente presente el Sacrificio de la Cruz y se unía a él con el ofrecimiento de su vida y la comunión sacramental. Cada vez que lo hacía se jugaba mucho, pero estaba convencido de que, sin la Eucaristía, su fe podía venirse abajo y con ella sería fiel, como así ocurrió. ¡Emocionante!. Y muy apropiado para comprender la fiesta que hoy celebramos: la Dedicación de la Basílica de san Juan de Letrán, Catedral del Papa y Madre de todas las Iglesias Cristianas. Los cristianos sabemos que nuestro verdadero Templo es Jesucristo Resucitado, como Él mismo se lo dijo a los fariseos: «Destruid este templo y en tres días lo levantaré». Aunque ellos pensaron que se refería al Templo de Jerusalén, san Juan puntualiza: «Él hablaba del templo de su cuerpo», que, efectivamente, levantó en tres días de la muerte, mediante su resurrección. Este Templo está construido con piedras vivas: la piedra angular es Cristo y cada cristiano es un sillar vivo por su Bautismo. Cuando la piedra angular se hace presente, sobre todo en la Eucaristía, las otras piedras nos unimos más estrechamente con ella y entre nosotros, y hacemos que el templo que formamos sea cada vez más consistente y hermoso. Aunque se trate de un rincón tan miserable como el de una cárcel comunista. Lo cual no impide,  muy al contrario, que construyamos templos tan bellos como el de san Juan de Letrán. Pero estos templos deben ser siempre un espejo terso que refleje el verdadero Templo cristiano: Jesucristo.           

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