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LITURGIA DEL VATICANO II

Domingo 13 del Tiempo Ordinario (30.VI.2019) - Ciclo C

SEGUMIENTO Y RADICALIDAD

“Te seguiré a donde vayas”

*** Estamos en el camino de Galilea a Jerusalén. Un camino  no sólo físico sino teológico, pues no se trata sólo de un recorrido cuya meta es la ciudad santa sino de un itinerario en el que Jesús va con decisión a cumplir la misión que tiene encomendada: entregar su vida en la cruz para salvar a los hombres, y en el que marca las condiciones para quien quiera seguirle. Hoy son tres personas las que se ven implicadas. En un caso, la decisión arranca de ella misma: “Te seguiré a donde quiera que vayas”. Jesús le responde: “Las zorras tienen madrigueras y las aves nidos. El Hijo del Hombre no tiene donde reclinar la cabeza”. Era como decirle: si quieres seguirme, tendrás que llevar esa misma vida. En los otros dos casos, la iniciativa parte de Jesús: “sígueme”. Ahora mismo. Las dos ponen condiciones: “te seguiré cuando haya muerto mi padre”; “te seguiré, pero después de despedirme de los míos”. Jesús no acepta las condiciones. Ignoramos cuál fue la respuesta. Lo que queda patente es que a Jesús hay que seguiré de acuerdo con lo que él diga. Son tres llamadas, tres vocaciones. No son las únicas. Ni siquiera las ordinarias. Cuando pasó por el lago de Genesaret, había muchos pescadores pero sólo llamó a cuatro. Al resto los dejó con sus barcas, redes y familia. Ahora, mientras sube a Jerusalén, se encuentra con mucha gente, pero sólo llama a éstos. Es lo mismo que hace con nosotros. A la inmensa mayoría les dice que se queden donde están. A algunos les llama al sacerdocio, al convento o a vivir el celibato y la virginidad en medio del mundo. Quizás alguno tenga ya decidido el día de la boda y comprado el piso, como le pasó a un amigo mío, a quien Jesús le pidió que se hiciera sacerdote. Quizás acaba de sacar el título de ingeniero, médico o periodista y Dios le dice: lo tuyo es ser monja o fraile. Sin embargo, a todos: sacerdotes, monjas y seglares pide que le sigamos con radicalidad. También a los casados, a los jóvenes, a los profesores y a los obreros de una fábrica o taller. Porque a todos nos llama a ser santos. Y ser santo es incompatible con el aburguesamiento o la religión a la carta. Seguir a Jesús exige no ponerle condiciones.   

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