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LITURGIA DEL VATICANO II

Domingo 2 de Pascua (19. IV. 20220) - Ciclo A

MISERICORDIA Y PANDEMIA

“Dichosos los que crean sin haber visto”

Hasta el año 2000, el domingo segundo de Pascua era “el domingo in albis”, día en que los bautizados en la última Vigilia Pascual dejaban la vestidura blanca que habían recibido en su bautismo. Desde el año 2000, el santo papa Juan Pablo II quiso que, además de eso, fuese el domingo de la misericordia. Es decir, el domingo en el que el mundo se redefiniese y se reorientase hacia Cristo, porque Cristo nos ha revelado el rostro de Dios. Un rostro que devolvió la vida al hijo único de una viuda que llevaban a enterrar, que no dudó en tocar la carne de un leproso para curarle, que prefirió hacer un gran milagro antes que despedir a la gente que no tenía que comer y podía desfallecer en su retorno a casa, que defendió y perdonó a una mujer sorprendida en adulterio, que miró con amor compasivo a Pedro que acaba de negarle, que llevó consigo al Paraíso al ladrón arrepentido y que imploró el perdón de quienes le estaban matando. Ese Dios y su rostro misericordioso no han quedado atrás en la historia sino que siguen con nosotros. También ahora, cuando esta pandemia nos tiene desconcertados y asustados. A ese rostro podemos y debemos volvernos todos, recordarle que es nuestro Padre, pedirle que tenga piedad y ayude a los científicos a encontrar la medicina adecuada y a los políticos a tener conciencia de que son servidores del bien común. Todos, especialmente los políticos, los empresarios, los hombres de la ciencia y del saber, hemos de escuchar el grito que san Juan Pablo II lanzó en la Plaza de san Pedro y las cámaras de televisión de todo el mundo el día que comenzó su Pontificado: “¡No tengáis miedo. Abrid, todavía más, abrid de par en par las puertas a Cristo!”. Ahora, mientras rogamos con insistencia y confianza a Dios que nos ayude, dejemos que Cristo abra las puertas de nuestro corazón para que, empapados en su misericordia, salgamos al encuentro del enfermo, del anciano que vive solo, del padre que ha perdido el trabajo, de los que pasan hambre en África o combaten en Oriente Medio. Y que, mientras seguimos confinados, nos hagamos muchos y pequeños actos de misericordia.           

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