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LITURGIA DEL VATICANO II

Domingo de Resurrección (12.IV.2020) - Ciclo A

VENCIÓ LA VIDA

“Ha resucitado, no está aquí”

*** El pasado Viernes Santo, cuando los sacerdotes conmemoraron la Muerte del Señor, llevaban vestiduras de color rojo. Un extraño que contemplase la escena, quedaría desconcertado, porque ser ése el símbolo de la victoria y de la gloria. ¿Cómo usarlo, se diría, el día de la muerte, símbolo por antonomasia de la derrota humana? La respuesta la da este domingo: Jesucristo murió, ciertamente, pero resucitó. Más aún, con su muerte mató nuestra muerte y nos abrió el camino de una vida para siempre junto a él. Cuando sus enemigos le desafiaron a bajar de la Cruz para que les demostrase que era el Mesías, podría haberlo hecho. Pero si hubiera cedido a la tentación y bajado de la Cruz, ese espectacular triunfo sería, en realidad, su derrota. Su Padre, que era el divino Labrador, necesitaba de su entrega hasta la muerte para que, haciéndose grano sembrado en tierra, produjera fruto abundante. Dar la vida por amor y en una cruz era un precio muy alto, pero no  había otra salida para demostrarnos hasta qué punto nos amaba. El Hijo amado del Padre pagó ese precio, entregó su vida y, así, nos libró del pecado y de la muerte a todos los hombres y mujeres de todos los tiempos. Cundo ese Hijo amado entregaba su vida, el Padre sabía que era imposible un amor más grande. Pero ¿cómo podrían conocer sus futuros discípulos que, muriendo de ese modo, sus enemigos no le habían vencido y desmentido toda su predicación y su obra? El Padre nos dio la respuesta resucitándolo de entre los muertos. La resurrección era la prueba suprema de que la muerte de su Hijo no era la de un vulgar bandido sino la de quien es capaz de dar la vida para cumplir su voluntad y así realizar la salvación de los hombres y del mundo. Alguna vez me han preguntado personas sin fe, qué ha aportado Cristo al mundo y qué aportamos los cristianos a la historia. Mi respuesta siempre ha sido la misma: su Resurrección. Nadie puede hacer la misma aportación. Por eso, sólo él es el Salvador, el Único Salvador. Lo que Cristo me ha aportado a mí y lo que yo puedo aportar al mundo y a la historia es eso: nada más y nada menos. ¿Alguien puede ofrecer otro tanto?

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