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LITURGIA DEL VATICANO II

Pentecostés (4.VI.2017)- Ciclo A

NECESITAMOS UN NUEVO PENTECOSTÉS

“Recibid el Espíritu Santo”

_________________________Nunca me ha llamado la atención que san Pablo haya escrito la magnífica carta a los Romanos. Al fin y al cabo, era un gran intelectual y se había “doctorado” en la mejor “universidad” bíblica de entonces: Jerusalén. Lo que me llama poderosamente la atención es que san Pedro escribiera una carta muy profunda sobre el Bautismo y que san Juan haya sido llamado “el evangelista teólogo”. Porque la universidad que frecuentaron uno y otro fue el mar y los libros que manejaron fueron las redes de pesca. Además, tampoco eran unos linces para comprender las lecciones que les impartía Jesús mientras vivió con ellos. ¿Cómo es posible, por tanto, que ellos hayan escrito y enseñado con tanta profundidad sobre el misterio de Cristo? El acontecimiento que hoy celebramos es la clave que lo explica todo. Hoy, en efecto, es Pentecostés, la fiesta en que los judíos celebraban la entrega de la Ley y de la Alianza y que Jesús convirtió en fiesta del Espíritu. Aquí se encuentra la causa que explica por qué los apóstoles, además de escribir profundas epístolas, se lanzaran a evangelizar al poderoso y corrompido Imperio Romano. Sus frutos fueron abundantes, como lo atestigua el racimo de comunidades cristianas que crearon en todas las grandes ciudades del Mediterráneo. La Iglesia que peregrina hoy en Europa y, por tanto, la que lo hace en España, tiene ante sí un reto no inferior: volver a anunciar, con  gozo, entusiasmo y convicción, que Jesucristo es su único Redentor y Salvador. Y que la Buena Noticia del Evangelio de Jesús es la linfa que puede volver a fecundar sus instituciones, sus expectativas y sus proyectos. Del Evangelio tomó Europa la luz y la fuerza para dignificar a toda persona humana, y para crear las universidades, las grandes catedrales y colegiatas, los escritorios que trasmitieron la cultura grecolatina, en una palabra: lo que la hizo grande y causó la admiración del mundo. Los cristianos de hoy, tan pobres y torpes como los pescadores Pedro y Juan, somos incapaces de esta sobrehumana tarea. Necesitamos un nuevo Pentecostés. Clamemos, pues, todos con fuerza: “¡Espíritu Santo ven, ven!”

 

 

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