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LITURGIA DEL VATICANO II

Domingo 14 del Tiempo Ordinario (9.VII.2017) - Ciclo A

AUTOSUFICIENTES Y SENCILLOS

“Te doy gracias, Padre”

_________________Breve pero muy enjundioso. Así se presenta el evangelio de este domingo catorce del Tiempo Ordinario. Breve, porque apenas tiene diez líneas. Y enjundioso porque en ellas hay una revelación muy  importante, un designio divino desconcertante y una invitación consoladora. La revelación se realiza en una sola palabra: “Padre”. Así llama Jesús a Dios. El rostro del Dios que nos revela Jesucristo es el de un Padre amoroso, que nos quiere, que nos escucha, que nos ayuda. Que, a veces, nos desconcierta con sus designios. Desconcertante es, en efecto, que él se dé a conocer y manifieste sus grandes verdades no a los “sabios y entendidos” –a los superinteligentes, a los que lo saben todo- sino “a la gente sencilla”, es decir, a los “pobres de espíritu”, a los que le necesitan. Quienes piensan que siempre saben el camino y están muy seguros de sí mismos no tienen capacidad para acoger a Jesús y a su Padre. Mientras no se hagan “gente sencilla”, personas que tienen preguntas a las que no saben responder, anhelos que no son capaces de llenar y horizontes que necesitan descubrir, serán como los “sabios y entendidos” del evangelio de hoy: creyendo saberlo todo –como pensaban los escribas y fariseos- en realidad se quedan ignorándolo todo y encerrados en sus esquemas viejos y caducos. Es una invitación a que no se nos suban a la cabeza nuestros conocimientos, nuestro talento, nuestras cualidades, nuestros dineros y poderes. Este designio divino no merma nuestra hombría y nuestra capacidad. Al contrario nos hace más hombres. Porque este Dios viene en nuestra ayuda cuando nos puede la vida, cuando estamos agobiados. ¿Y quién no experimenta dificultades que es incapaz de resolver, dudas que no sabe despejar, contrasentidos reales o aparentes que no acierta a encajar? Que nos lo digan los que han fracasado en su matrimonio, los que han perdido el empleo, los que recogen sólo ingratitud de unos hijos por los que ha dado la vida. Jesús nos da este gran consejo: “Venid a mí, que yo os aliviaré”. No se lo discutamos. Es mejor que lo pongamos en práctica. Porque la vida se nos hará mucho más llevadera.     

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