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LITURGIA DEL VATICANO II

Domingo 3 del Tiempo Ordinario (22.I.2017) - Ciclo A

LLAMADAS SIN RESPUESTA

“Dejaron todo y le siguieron”

______________________Hace unos años visité Tierra Santa. Cuando el guía nos explicó Cafarnaúm, le  pregunté por qué Jesús se había establecido allí, si Nazaret estaba a dos horas de camino en línea recta. “No sé, me contestó, quizás porque Cafarnaúm era una población cosmopolita, muy comercial y paso obligado de gentes y mercancías desde Siria al actual Iraq. No debía ir muy descaminado, porque en Cafarnaúm –dice el evangelio- vivía, entre otros,  un centurión romano que era pagano y mandaba un piquete de soldados también paganos. Si tenemos en cuenta que para los judíos de entonces el mundo se dividía en dos mitades: “los descendiente de Abrahán” –ello- y los demás, no es de extrañar que pensasen que el Mesías era cosa suya en exclusiva. Jesucristo quiso marcar distancias desde el principio de su ministerio. Él había bajado a la tierra para salvar a los hijos de Abrahán –a los judíos- y a todos los demás. Cafarnaúm era un escenario óptimo. Allí, en efecto, además de judíos, vivían y por allí pasaban gentiles. Jesús trataba y hablaba con unos y otros. Incluso curaba de sus enfermedades a los unos y a los otros. Para él, el mundo no era un mapa de buenos y malos, ni de los míos y de los otros. Para él, el mundo es el espacio donde viven hombres y mujeres de toda raza, lengua y condición, que necesitan su salvación y su amor. A lo largo de su ministerio tendría ocasión de probarlo claramente. Gran lección para los cristianos de hoy. Nosotros no dividimos a la gente en el grupo de los míos y en el de los extraños. Mucho menos, en el de los amigos y de los enemigos. Nos entendemos con todos, comprendemos a todos, ayudamos a todos, convivimos con  todos, no excluimos a nadie ni le tachamos de nuestra lista. Esta es la primera lección del evangelio de hoy. La segunda es que Jesús quiso rodearse de un grupo de colaboradores para que conviviesen con él y pudiesen un día ser “pescadores de hombres”. Ellos respondieron de inmediato, dejando las barcas y las redes. Hoy sigue llamando. Pero muchos prefieren seguir pescando peces en vez de hombres ¡Qué pena! cambiar el oro por el oropel y renunciar a tan apasionante aventura.                   

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