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LITURGIA DEL VATICANO II

Domingo 34 del Tiempo Ordinario. Solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo (22.11.2020)- Ciclo A

UN REY MUY ESPECIAL

“Venid, benditos de mi Padre”

*** Hoy es el último domingo del año cristiano. La Iglesia celebra en él la Solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo. Jesús rechazó ser llamado y tenido como rey en sentido político: “Mi reino no es de este mundo”. En cambio, cuando estaba preso, maniatado, juzgado como un criminal, hecho una piltrafa humana, no dudó en responder a Pilato: “Yo soy rey. Yo para esto he venido, para dar testimonio de la verdad”. Luego campearía encima de su cruz y en tres idiomas: “Jesús Nazareno, el rey de los judíos”. Los hombres y mujeres del siglo XXI, acostumbrados a ver los signos de la realeza en el éxito, el poder, el dinero, la grandeza, tenemos dificultad para reconocer y proclamar como nuestro rey a un condenado a muerte. Tenemos dificultad en aceptar y seguir a un rey cuyo trono es una cruz. Pero este es el Rey que hoy celebramos. La Escritura no deja lugar a dudas. Para Jesucristo reinar es servir, reinar es entregar la vida por amor, reinar es identificarse con los hambrientos y sedientos, con los extranjeros, con los desnudos, con los enfermos y prisioneros, con los abandonados y despreciados. Él se identifica tanto con ellos, que lo que hagamos a ellos se lo hacemos a él. No veamos en esta página del evangelio de hoy una fórmula literaria, una simple imagen. Porque toda la vida de Cristo en la tierra fue una confirmación de su identificación con los pobres materiales y espirituales. Él, Hijo de Dios y Dios, se hizo hombre para salvar al hombre, para servirle hasta derramar la última gota de su sangre. Por eso, cuando ejerza como el juez de todos y de todo, no dudará en decir a quienes le han reconocido en los que tienen hambre y sed o están enfermos o en la cárcel: “Venid vosotros, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo”. De esta  página han nacido las instituciones, las obras benéficas y sociales, las incontables iniciativas promovidas por los cristianos de todos los tiempos y geografías. Porque tan cierto es que el reino de Cristo no es de este mundo, como que cuando dejamos que Cristo reine en él, este mundo se hace más humano, más habitable, más esperanzado.        

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