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LITURGIA DEL VATICANO II

Domingo 34 del Tiempo Ordinario (26. XI. 2017) - Ciclo A

EL DÍA DE LA JUSTICIA Y DEL AMOR

“Venid benditos…id malditos”

___________________La injusticia y el mal no tendrán la última palabra y cada uno hemos de vivir de modo que no seamos condenados sino salvados. Estas son las dos grandes ideas del Evangelio de este domingo, con el que concluimos el año de la Iglesia. El mal y la injusticia no tendrán la última palabra, porque la última palabra la tendrá Jesucristo. “Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria con todos sus ángeles, se sentará sobre el trono de su gloria. Y SE reunirán ante él todas las gentes y él separará los unos de los otros como un pastor separa las ovejas de las cabras y pondrá a las ovejas a la derecha y las ovejas a la izquierda”. ¿Quiénes son “todas las gentes”? Todos los hombres sin excepción. Todos esos que hoy esclavizan a los pueblos por ansias de dinero y de poder. Todos los que ahora dictan leyes injustas contra la vida, la naturaleza, el matrimonio, la familia, la educación. Todos los que se imponen condiciones inasumibles a los países en vías de desarrollo para darles posibilidades de promoción. Todos los que ahora están, de modo invisible pero real, por encima de los legisladores y los jueces. Todos los amos del mundo, frente a los cuales chocan todos los intentos de cambio y de mejora. Llegará un día en el que cada pueblo, cada colectividad y cada individuo –tú y yo también- será sometido a la justicia y a la verdad de Dios. Allí no habrá diferencia de rango, de posición social, de sexo, de raza, de edad. Todos serán juzgados y todos lo serán según el mismo criterio. Pero no todos tendrán la misma suerte: unos aprobarán y otros suspenderán el examen definitivo. El criterio será muy sencillo: quien haya ayudado a Jesucristo en una situación de necesidad será aprobado; quien ha mirado para otra parte  será reprobado. La “necesidad” es cualquier carencia: el hambre, la sed, la enfermedad, la cárcel, la ignorancia, la soledad, el abandono, las situaciones de violencia, el odio, la increencia, el ateísmo y tantas otras. Nadie podrá decir que no le ha visto a Jesús en esas situaciones. Porque  él nos dirá: “Cuando se lo hacíais o dejabais de hacer a los que estaban en esa situación, me lo hacíais o no a Mí”.      

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