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LITURGIA DEL VATICANO II

Domingo 33 del Tiempo Ordinario (19. XI. 2017) - Ciclo A

¿LA VIDA ES UN JUEGO?

“Bien, siervo bueno y fiel”

____________________El evangelio de hoy conocido como la “parábola de los talentos”. Efectivamente, presenta a un señor muy rico que reparte sus bienes a tres empleados con una finalidad bien precisa: que los hagan producir. Aunque no repartió a todos lo mismo, pues a uno le dio cinco, a otro dos y a otro uno, fue muy generoso con todos, pues un talento equivalía a 34,5 kilos de plata, una cantidad enorme en aquellos tiempos. Pasado un tiempo, vino a pedirles cuentas. Tanto el que había recibido cinco talentos como el que había recibido dos, los doblaron. En cambio, el que había recibido uno, tuvo miedo y lo dejó improductivo, de modo que sólo pudo devolver lo mismo que había recibido. El señor hizo la misma alabanza y dio el mismo premio al que había ganado cinco que al que había ganado dos: “Bien, siervo bueno y fiel, porque has sido fiel en lo poco te daré un cargo importante; pasa al banquete de su señor”. Al otro, en cambio, le dijo: “Siervo malo y holgazán: al menos debiste colocar el talento en el banco para que produjese intereses. Quitadle el talento y dádselo al que tiene diez. Y a este siervo inútil echadlo fuera, a las tinieblas, allí será el llanto y el rechinar de dientes”. El señor que reparte los talentos es Dios, quienes lo reciben somos los hombres, el momento de rendir cuentas es el juicio que sigue a nuestra muerte. ¿De qué talentos se trata? Aunque instintivamente pensamos en dotes de inteligencia, corazón, fuerza, cualidades, Jesús habla de otros talentos. En concreto se refiere a la Palabra de Dios, a los sacramentos, a la caridad, a la propia vocación, a las múltiples gracias que Dios nos concede a lo largo de la vida. El día de hacer balance sobre nuestra vida Dios nos pedirá cuenta de si hemos leído y aplicado el Evangelio, si hemos vivido la caridad con los próximos y con los necesitados, si hemos participado en la misa del domingo y nos hemos confesado, si hemos sido fieles a nuestra vocación, si hemos aprovechado o malgastado su gracia. Dios no es un tirano que está al acecho de nuestros fallos. Es un Padre. Pero pide responsabilidad. La vida no es un juego sino la cancha donde nos jugamos la eternidad.         

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