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LITURGIA DEL VATICANO II

DOMINGO NOVENO DEL TIEMPO ORDINARIO (6.III.2011)- Ciclo A

CONSTRUIR SOBRE ROCA Y SOBRE ARENA

«No todo el que dice ‘Señor, Señor’»

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Una persona acaudalada puede jugar su fortuna en el bingo. Si tiene la cabeza sobre los hombros, no se arriesgará y, si se arriesga, ha de ser consciente de que deberá pechar con las consecuencias de su libertad. Con nuestra vida podemos hacer lo mismo: jugarla al bingo de la irresponsabilidad o jugarla con sensatez. Somos libres. Pero hemos de tener presente que la responsabilidad es inseparable de la libertad. Nadie, ni siquiera Dios, nos obligará por la fuerza a ser creyentes y practicantes, a creer en Jesucristo, recibir el bautismo y vivir según sus exigencias. Pero hemos de ser consientes del riesgo que asumimos. Lo dice Jesús en el evangelio de este domingo: escuchar su Palabra y ponerla en práctica es tan decisivo, que de ello depende que, al final, nos encontremos con una vida plenamente realizada o perdida. Oigámosle a Él mismo: «El que escucha estas palabras mías y las pone en práctica, se parece a un hombre prudente que edificó su casa sobre roca. Cayó la lluvia, se salieron los ríos, soplaron los vientos y descargaron contra la casa; pero ésta no se hundió, porque estaba cimentada sobre roca. En cambio, el que escucha estas palabras y no las pone en práctica, se parece a aquel hombre necio que edificó su casa sobre arena. Cayó la lluvia, se salieron los ríos, soplaron los vientos y rompieron contra la casa, y se hundió totalmente». Quien no acepta ni vive las enseñanzas de Jesús, al final se encontrará con una vida inconsistente, vacía y que no resiste el juicio de Dios. Puede haber sido brillante o importante; pero si no está construida sobre la voluntad de Dios e impregnada por ella, se derrumba en el momento de la prueba y será incapaz de franquear la entrada del Cielo. El sentido o sinsentido de toda nuestra vida dependen –en gran medida- de la aceptación o rechazo del Sermón de la Montaña. Porque «estas palabras mías» -a cuya aceptación o rechazo va unida la suerte de nuestra vida y de nuestra eternidad- fueron dichas al final de ese discurso y se referían no sólo a los Apóstoles sino a todos.  

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