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LITURGIA DEL VATICANO II

Domingo 22 del Tiempo Ordiario (1.9.2024) Ciclo B

VERDAD Y APARIENCIA

“Este pueblo me honra con los labios” 

Si la frase se cortara ahí sería una alabanza. Pero la frase continúa y se convierte en recriminación: “Me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí”. Ciertamente ese pueblo guarda las apariencias. Practica una religiosidad formalista y externa. Pero la relación con Dios exige algo más que asistir a la procesión del santo una vez al año. La verdadera relación con Dios lleva consigo la práctica del amor incondicional a él y al prójimo, lo cual no es compatible con el odio, las envidias, las calumnias, las injusticias, la cerrazón de la mente y del corazón ante las necesidades del prójimo. Por eso, ante la recriminación de Jesús a un grupo de fariseo no podemos mirar a otra parte como si en nada pudiera afectarnos. Nos afecta. ¡Y mucho! Está bien ir a misa cada domingo. Pero participar en ese acto exige tomar parte en el gran misterio de amor que es la Santa Misa. Porque la celebración de la Eucaristía es hacer presente la entrega de Jesucristo por nosotros y por todos en la cruz y así darnos la posibilidad de beneficiarnos de tan inefable generosidad, agradecerla, sentirnos interpelados por nuestros pecados, abrirnos al amor misericordioso de Dios y tomar la resolución de amarle a él y al prójimo. Las palabras de Jesús a los fariseos en el evangelio de hoy son, por tanto, una llamada imperiosa a revisar si nos limitamos a honrar a Dios con los labios o lo hacemos también con el corazón. No nos engañemos. Lo cómodo es quedarnos en la periferia, guardar las apariencias. Pero lo eficaz es meter el corazón. Pasemos del “estar” al “participar”.

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