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LITURGIA DEL VATICANO II

Domingo de la S. Familia (31.XII.2018). Ciclo B

PROFECÍA DE DOLOR Y GLORIA

“Una espada te atravesará el alma”

********************Estamos en el Templo de Jerusalén. Han pasado cuarenta días del nacimiento de Jesús y su Madre le ha traído para cumplir lo que prescribe la Ley de Moisés: purificarse Ella, rescatar a su hijo primogénito y hacer la ofrenda de los pobres: dos palomas. Ciertamente Ella no tiene necesidad de ninguna purificación, porque es la Purísima. Jesús tampoco necesita demostrar que pertenece a Dios, porque él mismo es Dios. Pero ninguno de los dos quieren hacer gala de nada y prefieren presentarse como uno más. No les va a ser posible, porque Dios Padre ha previsto que dos ancianos, representantes del mejor Israel, sepan que ha llegado el Salvador del mundo y lo proclamen abiertamente. Uno se llama Simeón y el otro es una mujer viuda que se llama Ana. Cuando Simeón ha visto al Niño, el Espíritu Santo le revela que no es un niño como los demás sino “el esperado por las naciones”, el Mesías anunciado y anhelado. Y, lleno de alegría, prorrumpe en un cántico de alabanza y acción de gracias: “Ahora, Señor, ya puedo morirme en paz, porque mis ojos ha visto a tu Salvador”. La anciana se suma a su alabanza “dando gracias a Dios”. Pero Simeón no sólo da gracias y alaba a Dios sino que hace una gran profecía, acorde con el Niño y la Madre que tiene delante, un Niño que ha venido a dar la vida y una Madre cuya misión es acompañarle en esa entrega. Por eso, dirigiéndose a María, le anuncia la verdad: “Éste será una bandera discutida y a Ti una espada te atravesará el alma”. La espada es un instrumento de violencia que hiere y mata. El alma es la fuente y el centro de toda la vida del hombre. María queda asociada desde ahora a la suerte de su Hijo, que no será el Mesías glorioso y político que muchos esperan sino un Mesías de dolor y de sufrimiento, que salvará a los hombres muriendo en una Cruz, aunque luego resucitará. Cuando esta noche cerremos la última página de 2017 y abramos la primera de 2018, escribamos estas palabras: “Este año seré más de María, porque quiero ser más de Jesús”. ¡Feliz Año Nuevo!           

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