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LITURGIA DEL VATICANO II

Domingo de Resurrección (1.IV.2018) - Ciclo B

UNA EXCLUSIVA DE DIOS

“Resucitó, no está aquí”

Voltean las campanas en la torre. Suenan las campanillas en las misas. Los altares se llenan de flores. Vibran los aires con el aleluya. Todo tiene olor y sabor a fiesta grande.  No sólo es hoy una fiesta grande sino la más grande. Jesucristo ha resucitado. El que murió en la Cruz y fue enterrado en un sepulcro nuevo, ha vuelto a la vida. Tenía que ser así, porque Dios nunca es derrotado por el hombre. Lo sería si la Pasión fuese la última secuencia de la vida de Cristo. Pero la última secuencia, lo que al final prevaleció  fue la vida. Jesús había afirmado con reiteración que sería crucificado y muerto, pero que al tercer día volvería a la vida. Hoy cumple su palabra. ¡Lástima que no hubiera allí una cámara oculta para grabar ese momento único! Porque no ha existido otro momento tan espectacular como la vuelta a la vida del cuerpo muerto de Jesús. Fue un hecho real, acontecido en un momento puntual de nuestra historia. Pero, a la vez, un hecho que se sitúa más allá de nuestra historia, dado que inaugura una nueva historia, una nueva existencia, un nuevo género de vida. Se acabó el dolor, la cruz, el sufrimiento, el aparente fracaso. El demonio ha sido derrotado. El pecado y la muerte también. Se han abierto las puertas del paraíso, cerradas tras el pecado de Adán. Jesús ha recuperado para el hombre la posibilidad de volver a ser hijo de Dios en él. Esta es la fe de quienes creemos que Jesús no permaneció muerto sino que resucitó. Si no creyéramos esto, seríamos los más desgraciados de los hombres, porque seguiríamos a un derrotado, a un vencido. Además, haríamos mentiroso a Dios, al atribuirle una falsedad. Pero no somos ni desgraciados ni mentirosos sino creyentes. Creemos que Jesús ha resucitado. Más aún, que nosotros correremos la misma suerte. Sufriremos y moriremos. Pero al final de los tiempos Cristo nos devolverá la vida para que también nuestro cuerpo vaya al Cielo con él. Esta es la médula del cristianismo. Para hacer casas y puentes, y para erradicar el hambre nos bastamos a nosotros mismos. Para lo que necesitamos a Dios es para volver a la vida después de haber muerto. Alegría. ¡Feliz Pascua de Resurrección!

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