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LITURGIA DEL VATICANO II

Domingo 4 de Pascua (22. IV. 2018) - Ciclo B

LA CLAVE ES DAR LA VIDA

“Yo doy la vida por las ovejas”

******** Hasta hace unos años, los campos de Castilla ofrecían una estampa entrañable: un pastor que cuidaba un rebaño de ovejas. Quien observarse con atención, percibía con facilidad que entre el pastor y las ovejas había una íntima relación. El pastor vivía para las ovejas, conocía todas sus peculiaridades y hasta las llamaba por su nombre. Yo les oí decir lindezas como ésta: la lista, la lamerona, la rezagada. Israel fue durante muchos siglos un pueblo de ovejas y pastores.  Por eso, Dios recurrió a esa imagen para expresar las relaciones de protección, cuidado y amor que tenía hacía su pueblo. Incluso los reyes y otros personajes públicos fueron llamados pastores. Las cosas habían cambiado mucho en tiempo de Jesús, pero todavía entonces era fácil aplicar a los responsables del pueblo las relaciones de los pastores con sus ovejas. Jesús mismo se sirvió de esta imagen y no tuvo empacho en llamarse “pastor” y “ovejas” a sus discípulos. “Apacienta mis ovejas, apacienta mis corderos”, dijo a Pedro cuando le entregó la primacía en su Iglesia. Pero Jesús no se contentó con llamarse “pastor” sino que quiso precisar su alcance: “bueno”, porque no todos los pastores consideraban como suyas a las ovejas sino que eran malos asalariados. Más aún, quiso explicar por qué es “el” Pastor Bueno por antonomasia: “Porque doy la vida por mis ovejas”. Algo que no hacen ni los mejores pastores. Aunque  hoy hayan desaparecido casi por completo los rebaños y los pastores, Jesús quiere recordarnos en este domingo, llamado del Buen Pastor, que es nuestro Pastor, porque ha dado la vida por cada uno de nosotros muriendo en la Cruz. Ahora mismo nos sigue dando su vida en la Eucaristía, cuando lo comulgamos con las debidas disposiciones de alma y cuerpo. Quizás alguno considere pueril o desfasado este lenguaje y estas metáforas. Vayamos al fondo del asunto: ¿Ha dejado de ser verdad que Jesucristo ha muerto por ti y por mí y, por tanto, que es para ti y para mí el Buen Pastor? Ahora bien, ¿tú y yo nos dejamos querer y amar por ese Buen Pastor? Qué distinta sería nuestra vida si dejáramos que la pastorease Jesucristo.            

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