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LITURGIA DEL VATICANO II

Pentecostés (20.V.2018)- Ciclo B

DE BABEL A PENTECOSTÉS

“Recibid el Espíritu Santo”

**********El capítulo once del libro del Génesis contiene una historia que fue escrita hace unos dos mil quinientos años pero que no ha perdido actualidad. Es la famosa historia de la Torre de Babel. En ella se narra que los hombres, después del diluvio, siguieron multiplicándose y llegaron a alcanzar una cultura muy notable. Además de cuidar sus rebaños y cultivar sus campos, hacían ladrillos y construían edificios. Más aún, eran capaces de proyectar grandes rascacielos. Un día, deseando desafiar el poder de Dios, decidieron construir una torre que llegara al Cielo. De este modo, si Dios decidía castigarles con otro diluvio por sus pecados, fracasaría en su intento, porque las aguas no llegarían a la altura de la torre. Y pusieron manos a la obra. Al principio todos se entendían y las obras avanzaban. Luego las cosas cambiaron: Dios les confundió, haciendo que cada uno  hablase su propia lengua. Al no entenderse, se dispersaron y la torre fue un rotundo fracaso. Siglos más tarde, ocurrió el fenómeno inverso. Un día se habían juntado en Jerusalén gentes que procedían de los más variados lugares del Imperio Romano: Judea, Capadocia, Ponto, Frigia, Panfilia, Egipto, Libia, Cirene y Roma. No habían venido a construir una torre y rebelarse contra Dios. Pero tampoco se entendían, porque cada uno hablaba su propia lengua. En un momento determinado ocurrió un gran milagro: el Espíritu Santo descendió sobre los Apóstoles y les lanzó a las plazas y calles de Jerusalén a predicar que Jesucristo, el Crucificado, había Resucitado y era el Salvador del mundo. En ese momento se verificó otro gran milagro: todos los que les escuchaban los entendían en su propia lengua. Esta es la rúbrica del Espíritu: la comunión. Mientras el demonio siembra siempre división y enfrentamientos, el Espíritu Santo siembra fraternidad y comprensión. Hoy, día de Pentecostés, repitamos muchas veces este grito de la liturgia: “Ven Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor”. Porque hoy necesitamos predicar por calles y plazas que Jesucristo es el Único Salvador del mundo.             

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