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LITURGIA DEL VATICANO II

Ascensión del Señor (13.V.2018) - Ciclo B

META Y MISIÓN

“Id al mundo entero”

**** Estamos en el monte de los Olivos, frente al todavía deslumbrante Templo de Jerusalén. Jesús ha venido con sus Apóstoles. Once, porque todavía no ha sido cubierta la baja de Judas. No es la primera vez que están aquí. Pero hoy será la última. Jesús les ha traído para despedirse de ellos. Han pasado cuarenta días desde que resucitó. Desde entonces  han estado juntos muchas horas. Han hablado, han comido, han reído, se han dicho y escuchado mil y una confidencias. A partir de hoy esto se acaba. Jesús ya no estará visible ni tangible. Se va al Cielo, que es su meta. Hace unos treinta años bajó de allí para hacerse hombre. Hoy, realizada la gran proeza de la salvación de los hombres, vuelve junto al Padre. Va como Cabeza de esa nueva humanidad redimida. Por eso, aunque parece que asciende solo, todos los redimidos ascienden con él. Los miembros de su Cuerpo no pueden estar separados de la Cabeza. Pero antes tendrán que cumplir una misión: ir al mundo entero, predicar el Evangelio a todos los hombres y mujeres, bautizar a los que les reciban con fe y enseñarles a ser discípulos suyos. ¡Qué impostura tan colosal la del marxismo, calumniando a la religión cristiana de ser el opio del pueblo, el engañabobos para desentenderse de las cosas de este mundo! Deberían contemplar la catedral de Burgos, de Colonia y de Milán, leer El Quijote, extasiarse ante el Cristo de Velázquez o el Moisés de Miguel Ángel, ir a las universidades más antiguas y descubrir en sus archivos que son creaciones cristianas, estudiar quién ha hecho más para reconocer la sacralidad, dignidad e igualdad de todas las personas humanas. El seguimiento de Jesucristo no sólo no ha sido una droga inhabilitante para trasformar el mundo sino su gran revulsivo. No negaré que, en ocasiones, los cristianos no hemos estado a la altura de nuestra misión. Quizás muchos no lo estemos ahora. Pero la misión está ahí: anunciar el Evangelio y hacer discípulos a todos los hombres y santificar todas las realidades nobles de este mundo. Ese es el puente que hay que cruzar para ir al Cielo, que es la meta de toda nuestra vida.            

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