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LITURGIA DEL VATICANO II

Domingo 14 del Tiempo Ordinario (8.7.2018) - Ciclo B

LA FUERZA DE LOS PREJUICIOS

Desconfiaban de él

*** Estamos en Nazaret. Es sábado y Jesús va a la sinagoga para escuchar algún pasaje del Antiguo Testamento y hacer las oraciones solemnes. Como hace tiempo que no viene al pueblo, el jefe de la sinagoga le invita a predicar después que el lector ha proclamado la lectura. Todos los ojos se clavan en él. Comienza a hablar. Lo hace con tanta sabiduría y elocuencia que les deja impactados. La primera reacción no puede ser mejor: qué bien habla, qué cosas tan hermosas dice. Pero nadie es profeta en su tierra. Y, en un segundo momento, pasan del asombro al escándalo. ¿No le conocemos de toda la vida, no es el hijo del carpintero y no se llama María su madre? Es una pena, porque acaban de atar las manos poderosas de Jesús para que realice en su pueblo los milagros que ha hecho en Cafarnaún y su comarca. Los habría hecho incluso mayores, por tratarse de sus paisanos. Pero a éstos les falta lo que él exigía siempre para realizar milagros: tener fe en él, fiarse plenamente de su poder y de su misericordia. No les cabe en la cabeza que “el hijo del carpintero” pueda ser alguien diferente y, mucho menos, un enviado de Dios. La falta de fe es un obstáculo para el amor de Dios. Cuántas veces reaccionamos nosotros así. No cabe en nuestros esquemas mentales que haya alguien que sea distinto a la imagen que tenemos de él. No tendría mayor importancia si en ello no nos jugáramos tanto. Porque no es infrecuente que Dios nos quiera hablar a través de esas personas. Al no acogerlas en su verdad, nos cerramos también a la acción de Dios. Es lo que les ocurre a tantos cristianos hoy. No cabe en su cabeza que la Iglesia actúe de modo sencillo y no haga cosas espectaculares y llamativas. En lugar de descubrir en ella la fuerza silenciosa pero eficaz de la levadura en  la masa, se atrincheran en sus prejuicios. El resultado es que cada vez están más lejos de la fe y de la práctica religiosa. Deberíamos pedir hoy a Jesús la gracia de estar abiertos a la verdad y al amor que él nos quiere comunicar a través de otros cristianos más coherentes que nosotros y a través de la Iglesia.

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