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LITURGIA DEL VATICANO II

Domingo 3 de Adviento (16.XII.2018) - Ciclo C

¿CÓMO SER FELICES?

“Dad frutos de conversión”

***** Hace unos años, un periodista preguntó a un jugador de color que se había incorporado a un equipo español hacía algunos meses: ¿Qué es lo que más te ha llamado la atención en el tiempo que llevas aquí? El futbolista respondió: “Que tengáis de todo y siempre os estéis quejando”. Él venía de un país donde no hay agua corriente en las casas ni alimentos adecuados para los niños ni hospitales ni medicinas ni móviles ni internet. Su respuesta podrían darla millones y millones de personas que carecen de lo más elemental en alimentación, sanidad y educación. Nosotros somos inmensamente ricos comparados con ellos. Pero no es preciso ir a África o América central para encontrar situaciones tan sangrantes. Bastaría pasarse por la Cáritas de la diócesis o de la parroquia y preguntar cuánta gente no puede pagar el recibo de la luz, la renta del mes o la calefacción. O darse una vuelta a medianoche para ver la gente que está durmiendo en la calle o en un portal. Viendo todo esto, entenderíamos mejor el evangelio de este domingo, en el que el Bautista grita a la gente: “Dad frutos de penitencia, de conversión”. Es decir, que se note en vuestra vida que os volvéis a Dios de verdad. No nos diría que hagamos cosas raras. Porque a la gente en general le decía quc compartiera lo que tenia: “el que tenga dos túnicas que dé una al que no tiene ninguna”; y a los publicanos que cobraban de más, que fueran honrados; y a los soldados, que no extorsionaran a la gente. Compartir, ser honrados, ser justos. Esto es preparar la Navidad de verdad. A ello nos invitaba recientemente un obispo de España, cuando decía: “Nos hemos dejado robar la Navidad, porque la hemos convertido en comilonas, juergas y borracheras”. No le falta razón. Necesitamos recuperar el sentido verdadero de la Navidad: “Dios viene a salvarnos”. Le necesitamos, porque estamos muy metidos en el pecado. El pecado no es una cosa abstracta sino que se refleja en el modo de trabajar, en la familia, en lo que malgastamos, en lo que damos a los demás. Salir de ese mundo es, precisamente, el camino para encontrar lo que todos buscamos: ser felices.  

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