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LITURGIA DEL VATICANO II

Domingo 3 de Adviento (15.XII.2019) - Ciclo A

COHERENCIA Y ACOMODAMIENTO

¿Eres tú o tenemos que esperar a otro?

****Juan el Bautista está en la cárcel. No ha sido la caña que se dobla ante lo políticamente correcto sino un profeta. Y como los profetas ni camuflan ni edulcoran la verdad, no ha tenido miedo en decirle a Herodes: “No puedes convivir con la que es esposa de tu hermano”.  A Herodes tampoco le ha temblado el pulso y le ha encarcelado. Estando aquí, a Juan le han llegado noticias del modo de hablar y actuar de Jesús. No es el leñador con el hacha al hombro dispuesto a cortar ya el árbol, ni el labrador con el bieldo en la mano para separar ya la paja del mal y el trigo del bien, como él había anunciado. Y le han entrado dudas sobre si Jesús será o no será el Mesías. Como no se puede vivir en la duda, envía a Jesús a dos de sus íntimos con este menaje: Id y preguntadle si es él o tenemos que esperar “a otro”. Jesús les responde no con palabras sino con unos hechos que son meridianamente mesiánicos para Juan, buen conocedor de las profecías del Antiguo Testamento. “Decidle lo que veis: cojos que andan, ciegos que ven, sordos que oyen”. Eran los signos que estaban profetizados. ¿Quedan hoy Juanes como el Bautista? La respuesta es clara: “quedan” y les siguen encarcelando como a él. Unas veces, en cárceles con barrotes y rejas. Las más de las veces, en otro tipo “más elegante y más educado” pero quizás más cruel: la cárcel del desprecio mediático, la cárcel del desprestigio social, la cárcel de la irrelevancia para los cargos en universidades e instituciones culturales, deportivas o culturales. Si alguno de quienes lean esto se encuentra en estas cárceles, que no tenga perplejidades sobre si está siguiendo al Mesías verdadero o debe buscar otro que satisfaga sus aspiraciones humanas. Seguir a Jesús no es doblarse como las cañas ante cualquier opinión de moda o adornarse con máscaras físicas o intelectuales de lujo. El Bautista no fue ese tipo de caña ni vistió esas pieles. Fue la voz del hombre coherente que siguió el dictamen de su recta conciencia sin miedo a nada ni a nadie. Ante la ya inminente Navidad, la pregunta no puede ser más que esta: ¿el Mesías que busco y quiero encontrar es el de Juan?                              

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