Domingo 24 del Tiempo Ordinario (14.9.2025) - Ciclo C
¿QUIÉN NO ES UN HIJO PRÓDIGO?
“Se le echó al cuello y se puso a besarlo”
“Es amigo de pecadores y come con ellos”. Ésta era la acusación que algunos fariseos lanzaban contra Jesús, porque se mostraba misericordioso y perdonador con los extraviados. De ahí tomó pie para decir las tres parábolas que recoge el evangelio de hoy, y que son una de las páginas más elevadas y conmovedoras de la Sagrada Escritura. Dos son breves y la otra, muy larga y emocionante: la oveja y la dracma perdidas, y el hijo pródigo. Las tres muestran la misericordia que Dios tiene con todos los pecadores. Jesús nos revela el rostro del Padre suyo y Padre nuestro. En el fondo, él “vino al mundo para hablarnos del Padre, para dárnoslo a conocer a nosotros, hijos perdidos, y para suscitar en nuestro corazón la alegría de pertenecerle, la esperanza de ser perdonados y de recuperar nuestra plena dignidad, y el deseo de habitar para siempre en su casa, que es también nuestra casa” (Benedicto XVI, 16.9.2007). La humanidad de nuestro tiempo necesita que se le proclame con fuerza la misericordia de Dios. Es lo que hicieron san Juan Pablo II y el papa Francisco, y continúa León XIV. Dios quiere que todos los hombres se salven, y no desecha nadie, por hostil que le sea y alejado que se encuentre. Su alegría es la de perdonar, no la de condenar. Ahora, cuando recomenzamos la andadura de la vuelta a la normalidad, el evangelio de hoy se convierte en una invitación a llevarlo a la práctica, acercándonos al Jesús misericordioso, que quiere darnos un abrazo de perdón en el sacramento de la Penitencia. También, una invitación a que nosotros perdonemos.
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