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LITURGIA DEL VATICANO II

Domingo 5 de Cuaresma ( 29. III. 20202) - Ciclo A

SUEÑOS Y MUERTES

“Huele. Lleva muerto cuatro días”

**** “Yo soy la resurrección y la vida, el que cree en Mí, aunque haya muerto vivirá y todo el que vive y cree en Mí, no morirá para siempre”, fue la respuesta que dio Jesús a Marta, cuando le dijo que su hermano había muerto cuatro días antes. Nos la trasmite el evangelio de este quinto domingo de Cuaresma. Es una respuesta que encierra y resume la misión y obra de Jesús, cuando, sin dejar de ser Dios, se hizo hombre como nosotros. Jesucristo no vino para unirse al gremio de los filósofos y enseñar una filosofía nueva, ni al de los éticos para anunciar una moralidad más exigente, ni al de los fundadores de religiones para hacernos experimentar con más hondura la propia existencia. Jesucristo ha venido para abrirnos a una nueva realidad: la vida para siempre junto a él y la vida en la que “ya no habrá ni llanto ni dolor, porque todo esto habrá quedado atrás”. A quienes creemos en él y recibimos el Bautismo, se nos planta esta semilla. En el Bautismo, en efecto, morimos sin morir y resucitamos sin haber muerto. Porque morimos en la muerte de Cristo y resucitamos en su resurrección. Al convertirse desde ese momento en nuestra Cabeza y hacernos sus miembros, nos comunica su misma vida, cuya síntesis es lo que estos días celebramos: su Muerte y Resurrección. Ese árbol va creciendo sin cesar a lo largo de nuestra vida gracias a la Eucaristía. Pues “al que come mi Carne y bebe mi Sangre Yo le resucitaré en el último día”, dijo también Jesús. La Eucaristía se convierte así en el gran antídoto contra la muerte y en el gran alimentador de la resurrección. La Providencia divina ha querido que este mensaje llegue a nosotros en cuando están muriendo personas muy queridas y cercanas y ninguno de nosotros está fuera de esa órbita. No es un mensaje para consolar a los ignorantes ni a los necios y superficiales. Es un mensaje que consuela de verdad a quienes son humildes y lo acogen como acogen los niños lo que les dicen sus padres. Momento importante, pues, para ahondar y personalizar más nuestra fe. Los que creemos en Jesús nos dormimos y despertaremos el día de nuestra gloriosa resurrección. ¡Vale la pena ser cristiano!                       

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