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LITURGIA DEL VATICANO II

Domingo 17 del Tiempo Ordinario (28.7.2024) Ciclo B

BUSCAR Y ENCONTRAR LA FELICIDAD

Comieron hasta saciarse y sobraron doce cestos

Estamos cerca del lago de Genesaret. Jesús contempla la inmensa muchedumbre que viene hacia él para escucharle. Sólo los hombres son unos cinco mil. “¿Con qué daremos de comer a tanta gente?”, pregunta a Felipe, uno de los doce. Andrés escucha la respuesta escéptica de su compañero y añade por su cuenta: “Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes y dos peces, pero ¿qué es esto para tanta gente?” Evidentemente, nada desde el punto de vista humano. Pero a Jesús le bastan y le sobran para saciar a esa muchedumbre. Manda sentar a la gente y que le traigan los panes y los peces. Los bendice, los reparte y, después de que todos se han saciado, ordena recoger las sobras. Se llenan doce canastas. Mucho más que al comienzo del milagro. Hoy hay muchedumbres de jóvenes que están hambrientas. Pero de Dios. Sí, de Dios, aunque lo ignoran. Esas muchedumbres jóvenes –y no tan jóvenes- tratan de pasarlo lo mejor posible, de no privarse de nada, de comer bien y beber mejor, de saciarse con drogas y sexo, de ir de fiesta en fiesta, de recorrer el mundo y de tantas cosas. Pero al final se encuentran vacíos, insatisfechos, con hambre de felicidad y de algo que les llene. Ese “algo” es, precisamente, Dios. San Agustín, que vivió su juventud lejos de Dios y experimento la misma insatisfacción, dejó escrito cuando lo encontró: “Nos hiciste, Señor, para Ti y nuestro corazón no se saciará hasta que descanse  en  Ti”. No es sólo la frase de un genio. Es la confesión sincera de quien quiere dar gracias a Dios y ofrecer a los demás la medicina verdadera.    

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