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LITURGIA DEL VATICANO II

Domingo 20 del Tiempo Ordinario (18.8.2024) - Ciclo B

SÍMBOLO Y REALIDAD

“Mi carne es verdadera comida”

Seguimos en la sinagoga de Cafarnaún, donde Cristo predica un discurso tan importante que marcará un antes y un después en quienes le han seguido y ahora le escuchan. Tras la realización del prodigioso milagro de la multiplicación de los panes y los peces y una larga exposición sobre el maná como profecía de la eucaristía, hoy descorre con absoluta claridad cuál es ese otro pan y maná que comerán las multitudes hambrientas de la historia posterior sin agotarlo. Ese pan no es otro que él mismo, entregado en la Cruz y hecho presente en cada eucaristía válidamente celebrada. Quienes le escuchan advierten que habla en sentido real no metafórico. Es decir, que lo que promete dar es su carne verdadera y su sangre verdadera. No lo aceptan. Más aún, lo rechazan tan en serio que, a partir de hoy, “muchos” dejarán de seguirle. Pero Jesús, que no busca consensos ni trata de engañar a nadie, lejos de rectificar y aclararles que no le han entendido, se ratifica y  repite con reiteración que el pan que él dará es su carne verdadera. En la Última Cena revelará como lo llevaría a cabo, cuando entregue a sus discípulos el pan y el vino y les diga: “Tomad y comed, esto es mi Cuerpo entregado por vosotros”, “Tomad y bebed: esta es mi Sangre derramada por vosotros”. La Eucaristía contiene al mismo Cristo en su totalidad: como Dios y hombre verdadero. Por eso es la fuente de la que manan todos los sacramentos y la misma Iglesia, y la cumbre de toda la vida y actividad cristiana personal y comunitaria. Los cristianos y las comunidades de verdad no viven al margen de la Eucaristía.

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