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LITURGIA DEL VATICANO II

DOMINGO 2 DE ADVIENTO - CICLO B

¿QUIÉN ES REALMENTE TU DIOS?

«Preparadle el camino al Señor»


 

Todos los hombres y mujeres tendemos a alejarnos de Dios y trocar en diosecillos los bienes materiales, la salud, la profesión, el placer, el poder y tantas cosas.  Los hombres y mujeres a los que se dirige Juan no son una excepción. Juan es muy consciente de ello y de que, como Precursor del Mesías, debe prepararle el camino, llamando a sus oyentes a cambiar de conducta. Y lo hace con toda fuerza. De sus labios salen preguntas tan incisivas como éstas: ¿Quién es realmente tu Dios? ¿Qué es lo que realmente está en el centro de tu vida? ¿Qué quieres alcanzar en la vida? ¿En qué empleas tus energías y tu tiempo? La predicación de Juan tuvo un eco tan formidable, que su eco llegó a todas las montañas de Judea y a los alrededores de Jerusalén. La gente venía a escucharle, hacía suya la invitación a cambiar de su vida y deseaba prepararse a recibir al Mesías. Más aún, todo el mundo se reconocía pecador y pedía a Juan que les bautizara. Hacerse bautizar expresa que uno es impuro y quiere ser purificado. Juan bautizó tanto, que ha pasado a la historia como «el Bautista», el bautizador. Pero Juan conocía bien cuál era su misión y hasta donde llegaban sus posibilidades. Su  bautismo no podía purificar verdaderamente, porque el agua es incapaz de limpiar los pecados. Se necesita agua y Espíritu Santo, que él no tiene. Lo tiene el que viene detrás. Por eso, desde la más radical humildad y verdad dice a sus oyentes: «Yo os bautizo con agua, pero Él (el Mesías) os bautizará con el Espíritu Santo». La obra de Juan tuvo lugar hace dos mil años, pero no ha perdido actualidad. Si nosotros queremos encontrar al Señor, también necesitamos convertirnos, confesar nuestros pecados, ser reconciliados por un sacerdote y reordenar nuestra vida. Porque, aunque hayamos recibido ya el bautismo de agua y del Espíritu, ¿quién se atrevería a decir que está completamente limpio, que no necesita confesarse, que su vida va por donde debe ir? El que lleve meses o años sin confesarse, que no  se engañe: si de verdad quiere prepararse a recibir a Jesús, que vaya a un sacerdote, confiese sus culpas, se reconcilie y reemprenda una nueva vida.

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