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LITURGIA DEL VATICANO II

Domingo 3 de Cuaresma (23. III. 2014)- Ciclo A

“SOY YO. EL QUE HABLA CONTIGO”

“Dame de beber”

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Son las cuatro de la tarde. Cae el sol a plomo. Jesús ha llegado hasta este pozo de Samaría cansado y sediento. Se ha sentado en el brocal en espera de alguien que venga sacar agua. Llega ese “alguien”. Pero es una mujer y está muy mal visto que un hombre hable con una mujer en descampado. Además, él es judío y ella samaritana y “los judíos no se hablan con los samaritanos”, que es un modo suave de decir que se odian cordialmente desde hace siglos. Pero él abate las barreras que levantamos los humanos y le dice con sencillez: “Dame de beber”. Ella se sorprende: “¿Cómo tú que eres judío, me pides de beber a mí que soy samaritana”. Se ha roto el hielo y surge un diálogo que será cada vez más personal e íntimo. “Si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber, tú le pedirías a él que te diera un agua que quien la bebe, nunca vuelve a tener sed”. La respuesta viene sin dilación: “Dame de esa agua” para que no tenga que volver todos los días  a sacarla. Se ha creado ya el clima necesario para que Jesús entre hasta el fondo de esta mujer: “Ve a llamar a tu marido”. Ella responde con vivacidad: “No tengo marido”. Jesús no recoge velas, sino que le descubre el fondo de su alma: “Es verdad. Has tenido cinco maridos y con el que ahora convives tampoco es tu marido”. La afirmación es un dardo que se clava en el hondón de la personalidad de esta mujer y comienza una conversión que nadie hubiera sospechado: “Veo que eres un profeta. Sé que tiene que venir el Mesías. Cuando él venga nos aclarará donde hay que adorar a Dios”. Llega el momento de la gran revelación. Jesús le dice: “El Mesías soy Yo, el que está hablando contigo”. La mujer, buena persona en  el fondo pese a sus devaneos, deja el cántaro y va en busca de sus paisanos para que vengan al pozo, porque ha encontrado al Mesías. Estos vienen y creen también en Jesús. ¡Cuando se da el encuentro personal con Jesucristo no sólo nos hacemos discípulos de Jesús sino apóstoles! Mientras esto no sucede, no ha tenido lugar el acontecimiento decisivo que cambia la vida. Encuéntrate personalmente con Jesucristo en el confesionario, descubre su misericordia y serás otro.    

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