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LITURGIA DEL VATICANO II

DOMINGO 25 DEL TIEMPO ORDINARIO (19.IX.2010) - Ciclo C

 

CORRUPCIÓN Y

CONTABILIDAD FALSA

«Ganaos amigos con el dinero injusto»

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El evangelio de este domingo presenta un caso clásico de corrupción y contabilidad falsificada. Un rico hacendado es estafado por su administrador. Cuando lo descubre, le falta tiempo para despedirle. Pero el administrador, que era muy sagaz y previsor, cuando se vio descubierto, le faltó tiempo para prepararse el futuro, comprando a los deudores de su amo con recibos falsificados y favorables para ellos. De este modo, se granjeó su amistad y se aseguró su ayuda tras el despido. La parábola es desconcertante. Porque Jesús saca de este comportamiento una lección para sus discípulos: «Los hijos de este mundo son más sagaces que los hijos de la luz». Tergiversaríamos la parábola si pensamos que Jesús alaba el comportamiento de este corrupto y nos le propone como ejemplo. La parábola va por otros caminos. Lo que Jesús alaba no es la corrupción del administrador sino su sagacidad, previsión y prontitud. Se hizo cargo de su situación, reflexionó sobre los pasos que debía dar y actuó de modo expeditivo y rápido. No se quedó en lamentos. Actuó con inteligencia, previsión y prontitud. Esta sagacidad, previsión y rapidez es la que alaba Jesucristo y desea que sigamos sus discípulos. Nosotros hemos de pensar con antelación en nuestro porvenir y preverlo, para no encontrarnos con las manos vacías. Ese futuro, que no es más o menos próximo sino el que se sitúa más allá de la muerte, se gana o se pierde con la actuación del presente. Hemos de usar los bienes de este mundo, tanto los materiales como los intelectuales y morales con tal inteligencia, sagacidad y previsión, que cuando llegue el momento de presentarnos ante Dios, hayamos ganado con ellos los amigos necesarios. Esos «amigos de nuestro futuro» son los pobres, pues Jesús considera que le hemos dado a él en persona lo que les hemos dado a ellos. Los pobres, decía san Agustín, son nuestros tesoreros y nuestros bancos, pues nos permiten transferir, ya desde ahora, nuestros bienes a la casa que se está construyendo para nosotros en el más allá. Servirse de nuestro tiempo, dinero y cualidades para ganar el Cielo, ¡esto si que es sagacidad!         

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