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LITURGIA DEL VATICANO II

Domingo 27 del Tiempo Ordinario (2.X.2015)- Ciclo B

LA SOLUCIÓN NO ES EL DIVORCIO

“Si se casa con otra, comete adulterio”

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El evangelio de hoy no puede ser más actual, pues trata del divorcio. El punto de partida es, como suele ocurrir con frecuencia, una pregunta insidiosa de los fariseos a Jesús: “¿Es lícito a un hombre divorciarse de su mujer?”. Él responde con otra pregunta: “¿Qué os ha mandado Moisés?”. Ellos contestaron: “Moisés permitió divorciarse dándole a la mujer un acta de repudio”. La respuesta era correcta, porque Moisés no mandó divorciarse, sino que permitió que si un hombre tomaba esa decisión, debía dar a la mujer un certificado para que constase que ella ya no le estaba sometida. Eso explica que el divorcio se practicara en Israel en tiempos de Jesús. Al oír esta respuesta, Jesús reaccionó con una inusitada fuerza: “Al principio no fue así”. Es decir, lo que permitió Moisés no responde al plan originario de Dios. Plan que consiste en que el hombre y la mujer se unan en el Matrimonio para siempre y de modo exclusivo. De tal modo que, una vez que se casan, “ya no son dos, sino una sola carne”, una sola realidad. Los apóstoles quedaron impresionados por la claridad y contundencia de la respuesta y, ya en casa, son ellos los que preguntan a Jesús sobre el asunto. Y él vuelve a ratificarse en lo dicho, incluso con mayor fuerza: “Si uno se divorcia de su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra la primera. Y si ella se divorcia de su marido y se casa con otro, comete adulterio”. Las revistas del corazón, las tertulias y programas de televisión, las novelas, las entrevistas de los famosos de la canción, del cine y de la literatura están llenas de crónicas y noticias sobre el divorcio de ellos y de ellas. Lo dan por “cosa natural y propio de la modernidad”. No divorciarse y volverse a casar es “cosa de gente inhibida y atrasada”. Valdría la pena pensar que el divorcio es una clara derrota del amor, una derrota para las dos personas que lo llevan a cabo. Y habría que profundizar en esto: si cada uno busca en el matrimonio su placer, su interés y sus satisfacciones, lo que se unen no son dos amores sino dos egoísmos. Y eso, no podrá resistir. La solución, por tanto, no es “más divorcio” sino más amor, más entrega mutua.     

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