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LITURGIA DEL VATICANO II

DOMINGO 3 DEL TIEMPO ORDINARIO (25.I) - CICLO B

¿VOCACIONES CRISTIANAS DE SEGUNDA?

 

 

"Dejándolo todo, le siguieron”

Estamos en el lago de Tiberíades. Los pescadores han venido a la orilla después de una noche de pesca. Unos arreglan las redes, otros charlan amigablemente con sus compañeros. Jesús de Nazaret pasa por allí y se queda mirando complacido. Ve una pareja de hermanos, Andrés y Pedro, y les dice: “Venid conmigo”. Ellos, sin dudarlo un instante, dejan la barca y los aparejos y se van con Él. Jesús sigue caminado y encuentra otros dos hermanos que están con su padre reparando las redes. También a ellos les dice “Venid conmigo”. Y ellos también dejan la barca y a su padre y se van con Él. Todos son llamados para lo mismo: para estar con Jesús y luego ir a predicar su mensaje salvador. Los cuatro formarán parte del grupo de los “Los Doce” sobre los que Jesús fundamentaría su Iglesia. Tres de ellos Pedro, Santiago y Juan serán los más íntimos entre los íntimos, y un día tendrán el privilegio de acompañarle en la Trasfiguración y en el Huerto de los Olivos. Uno, Pedro, será elegido como Vicario suyo en la tierra. Hay tres notas que les competen a todos: todos son llamados mientras realizan su trabajo profesional de pescadores, todos son invitados a dejar ese trabajo y todos responden con absoluta prontitud y rotundidad: “Dejándolo todo, le siguieron”, dice el evangelista. Jesús sigue llamando de este modo actualmente. Así llama, por ejemplo, a los que elige para que sean sacerdotes y religiosos. Sin embargo, a la inmensa mayoría de los cristianos no sólo no les invita a dejar su trabajo profesional sino que les manda que sean discípulos suyos en y desde la profesión que ejercen: un taller de reparación de automóviles, un despacho de abogados, un mostrador de bar, una cátedra universitaria, un quirófano de hospital, un escaño de las cortes regionales o nacionales, en una palabra: en cualquier trabajo honesto. Esta llamada no es menos radical que la de  los sacerdotes y religiosos, porque es una llamada que exige llevar a su plenitud todas las virtualidades del Bautismo. Lo que varía no es la radicalidad de la llamada sino la modalidad que reviste. El error de pensar que un padre de familia, un profesor, un político o un obrero manual están llamados a una vida cristiana inferior a un religioso o un sacerdote nos ha costado muy caro. Tan caro, que está impidiendo, de hecho,  que la Iglesia sea luz del mundo, sal de la tierra y fermento que trasforme la masa. Gracias a Dios el concilio Vaticano II ha dejado claro –pienso que de una vez por todas- que toda vocación cristiana es vocación a la santidad y que no hay vocaciones de primera, de segunda o de regional. ¡¡Todas son vocaciones de primera!!Ojalá que cada uno de nosotros respondamos con la misma generosidad y decisión que Pedro, Andrés, Santiago y Juan.  

 

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