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LITURGIA DEL VATICANO II

DOMINGO 2 DEL TIEMPO ORDINARIO (18.I) - CICLO B

LA VOCACIÓN: LLAMADA DIVINA Y RESPUESTA HUMANA


                   

 

 

1. Tres grandes vocaciones. La liturgia de este domingo corresponde al ya al «Tiempo Ordinario», o «Tiempo del año», en el que no celebramos un acontecimiento concreto del misterio de Cristo, sino la globalidad de este misterio: su muerte y resurrección, su Misterio Pascual. La lectura del Antiguo Testamento y el Evangelio nos presentan el mismo tema: varias personas reciben una vocación específica de Dios. Samuel es llamado como profeta; Juan, Andrés y Pedro a formar parte de los más íntimos de Jesús. En los cuatro supuestos aparece con claridad que la iniciativa la toma Dios, aunque tal iniciativa es más clara en los casos de Samuel y de Pedro (Jesús le cambia el nombre común y le da el nombre de la nueva vocación y misión). Sin embargo, en todos los casos Dios se sirve de mediaciones humanas: del sacerdote Elí, en el caso de Samuel; del Bautista, en el de Juan y Andrés; de Andrés, en el caso de Pedro.

 

Dios no ha dejado de llamar, sino que sigue llamando en nuestros días. Unas veces, de modo directo y tajante; las más, de modo indirecto y con suavidad. Llama, por ejemplo, a ser misionero en países lejanos, a ser sacerdote o religiosa, a entregarse en celibato y virginidad en medio del mundo; a vivir el matrimonio con más generosidad en la trasmisión de la vida y en la educación de los hijos; a acercarse a la fe y al Bautismo. Dios llama sirviéndose de un sacerdote, de un amigo, de un hermano, de un colega de profesión... Quiere proceder así para que ejerzamos responsablemente nuestra libertad, pues Dios no impone sino que propone. Lo explicaba muy bien san Agustín, cuando decía que Dios se manifiesta con claridad suficiente para que le vea el que le quiere ver y con suficiente oscuridad para que no le vea el que no desea verle.

 

En las llamadas de este domingo, la respuesta es positiva en todos los supuestos: Dios llama y los llamados responden con un «aquí estoy», más o menos explícito. No siempre ocurre así. Hay personas que reciben la llamada de Dios, pero vuelven la espalda. Unas veces por comodidad; otras, por no complicarse la vida; otras, por falsos miedos; las más, porque supone dar un cambio profundo en nuestros proyectos y en nuestros comportamientos. Los seminarios y casas religiosas de formación no están vacíos porque Dios no llame a esa vocación; sino porque los llamados no están dispuestos a decir como Samuel: «Habla, Señor, que tu siervo escucha», «dime, Señor, lo que quieres, que yo estoy dispuesto a todo». Lo mismo ocurre con el amor conyugal: muchos no quieren escuchar la voz de Dios que les llama a tener más hijos y a educarles cristianamente. Es una lástima, porque el que dice «no» a Dios no es feliz, está desencajado en la vida, nunca está del todo contento aunque las cosas le salgan redondas. El camino de la felicidad pasa por el de la fidelidad a la propia vocación.

 

2. Huida del paganismo ambiental. La segunda lectura discurre por un camino distinto al de las otras dos. Pablo pone en guardia a los fieles de Jesucristo de Corinto frente a la vida licenciosa y corrompida de esa ciudad. Corinto tenía fama de ciudad disoluta y depravada, hasta el punto de que, cuando se quería describir una vida disoluta e inmoral, se decía que aquel modo de comportarse era «vivir a la corintia». Baste decir que se consideraba sagrada la misma prostitución. Los discípulos de Jesucristo –entonces y ahora- al convertirse no habían dejado de vivir en medio de sus parientes y conciudadanos. Al contrario, vivían en las mismas casas y trabajaban –salvo en casos abiertamente inmorales- en las mismas profesiones. Lo que había cambiado era su modo de vivir, su conducta; que ya no podía seguir las pautas del paganismo decadente e inmoral sino la nueva vida en Cristo. Concretamente, no podían fornicar (unión sexual de una persona no casada con otra fuera del matrimonio), por muy extendida y común que fuese esa práctica en la sociedad de Corinto (y en general en el paganismo de entonces). Pablo va al fondo de la cuestión: los cuerpos de los que han recibido el Bautismo son miembros de Cristo; por ello, pertenecen al Señor, no a una prostituta. Por otra parte, los bautizados han sido comprados con el precio de la Sangre de Cristo. Consiguientemente, los cuerpos santificados en el Bautismos son de Cristo y no se pueden dar a una prostituta. ¡Este es el verdadero planteamiento de la castidad!.

 

Nuestra sociedad occidental vive un clima moral muy semejante al de Corinto en materia sexual. Muchos bautizados han caído en las redes del paganismo ambiental: parejas de hecho antes del matrimonio, prostitución muy extendida, abuso de menores, turismo sexual... ¡Es hora de recordarles que el Bautismo les ha hecho miembros del Cuerpo de Cuerpo y templos del Espíritu Santo!; por lo que no pueden vivir de espaldas a esta realidad. La castidad es posible, aunque sea más difícil en un ambiente tan erótico y sensual como el nuestro. Pero la vivencia de esta virtud –que tanto ennoblece la dignidad de la persona humana- requiere tomarse en serio las palabras de san Pablo: «el cuerpo no es para la fornicación sino para el Señor» y «no os pertenecéis en propiedad, porque os han comprado, pagando un precio por vosotros»: el precio de la Sangre de Cristo.

 

3. La Eucaristía, alimento para la vida cristiana. La respuesta a la propia vocación y la vivencia de la castidad no es fruto –única o principalmente- de nuestro esfuerzo, de nuestra fuerza de voluntad. Ambas realidades son un don de Dios y, por ello, fruto de la gracia (con la cual hemos de colaborar). La gracia o ayuda de Dios nos viene, sobre todo, a través de la comunión sacramental eucarística, hecha con las debidas disposiciones. La Eucaristía es el alimento indispensable para caminar como cristianos; pues, lo que es la comida para la vida material, es la Eucaristía para la vida espiritual. No es un premio o algo que está mejor que lo contrario: ¡¡es imprescindible, absolutamente necesario, algo sin lo cual es imposible ser buen cristiano!! Que el Señor nos lo haga comprender ahora.     

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