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LITURGIA DEL VATICANO II

DOMINGO 6 DEL TIEMPO ORDINARIO -CICLO B. Reflexión

UNA LEPROSERÍA MUNDIAL

«Si quieres, puedes limpiarme»


 

Un leproso del tiempo de Jesús estaba excluido de los actos religiosos, familiares y sociales. Era, además, un apestado al que había que evitar por todos los medios y, si alguien se topaba con él de modo imprevisto, tenía la obligación de gritar «inmundo, inmundo», para que se apartara. Era, pues, un muerto en vida. Un día Jesús se encontró con un leproso. No por casualidad, sino porque el leproso había venido hasta Él y, puesto de rodillas, le había suplicado con toda la confianza de que era capaz: «si quieres, puedes limpiarme». Jesús podía haberle reprochado su desfachatez o tratarle con menosprecio. Pero su reacción fue muy distinta: le miró, le tocó con su mano -¡su mano superlimpia tocando lo intocable!- y le dijo: «quiero, queda limpio». Y se obró el milagro. Jesús tuvo una reacción extraña: «no se lo digas a nadie», sino preséntate al sacerdote para que certifique tu curación. ¡Bendita desobediencia la del otrora leproso!, que se puso a pregonarlo a grandes voces. Me viene a la cabeza el comentario que muchos Santos Padres hacen de este relato: la lepra es sinónimo del pecado; y todos los hombres y mujeres del mundo somos leprosos. A lo que sólo cabe sacar la consecuencia: el mundo es una inmensa leprosería. Algunos se han autoexcluido de la comunión de la Iglesia; muchos más se excluyen de la comunión eucarística, porque no pueden recibirla, al estar en pecado grave; otros han roto la comunión familiar; otros, la comunión social. Además, todos hemos sido portadores de la lepra del pecado original y, aunque el Bautismo nos ha curado, padecemos sus consecuencias. El mundo sería insoportable si Jesús se desentendiera de él. Pero es demasiado bueno y misericordioso para dejarnos en tanta miseria moral. Sólo necesitamos acudir a él y decirle como el leproso: «si quieres, puedes curarme». El sacramento de la Penitencia es el consultorio espiritual de ese médico incomparable que es Jesús. ¿Por qué no tener la sencillez y valentía del leproso para acercarnos y decirle: «Si quieres, puedes curarme»?        

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