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LITURGIA DEL VATICANO II

DOMINGO CUARTO DE PASCUA (3.V.2009) - Ciclo B

JESUCRISTO, NUESTRO PASTOR

«El Buen pastor da la vida por las ovejas»


 

 

El hombre moderno no siente necesidad de nadie. Se siente seguro y cree bastarse a sí mismo.  Por eso, se puede poner nervioso ante la parábola de este domingo: «el Buen Pastor», en la que nosotros somos «ovejas» de las que cuida Jesucristo. Reconocerse «oveja cuidada por un pastor» equivale a reconocer limitaciones y dependencias, que son, precisamente, las que no quiere admitir. Sin embargo, el hombre moderno, tú yo,  es mucho más impotente y menesteroso de lo que se imagina. En tu vida, en la mía y en la de casi todos hay circunstancias personales complicadas que no conseguimos desembrollar; fuerzas que nos separan y enfrentan, dividiendo entre sí a los hombres y a los pueblos; injusticias sociales que somos incapaces de superar; vidas de tantos no nacidos que querríamos salvar y no podemos; sementeras de odio depositadas por «el enemigo» en los campos que hemos intentado sembrar de comprensión y fraternidad. Muchas veces somos un niño abandonado a su suerte, un enfermo aquejado de una enfermedad incurable, un montañero suspendido en el abismo. Necesitamos la ayuda de alguien que nos quiera bien, que nos ayude, que sea nuestro guía y nuestro «pastor». Jesús es ese Buen Pastor. Él ha venido para hacerse cargo de nuestras necesidades y conducirnos a la vida en plenitud. Nos ama más que a Sí mismo, pues ha preferido nuestro bien a su vida. A veces, tiene que lanzarnos una piedra que nos hace daño, porque nuestra rebeldía se hace terca y nos empeñamos en despeñarnos hacia el abismo. Pero esto, lejos de ser un desamor, es muestra de un amor de muchos quilates. Eso explica que su relación con nosotros no sea impersonal y fría sino profundamente personal y cordial. Él conoce nuestra propia historia, nuestras dificultades, nuestros defectos, nuestras características.  Y, precisamente por eso, nos ama y quiere introducirnos cada vez más en comunión con Él. Pero esto será imposible si nuestra relación con Él es fría, distante, impersonal. Necesitamos conocer más a Jesucristo. Tratarle más y mejor. Dejarnos querer por Él. Considerarle nuestro «Buen Pastor» a todos los efectos.

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