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LITURGIA DEL VATICANO II

QUINTO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO (7.II.2010) -Ciclo C

CORAJE APOSTÓLICO        

«Serás pescador de hombres»

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Delante del micrófono. Cuando imparte la clase de religión. A la hora de preparar o realizar una reunión y una catequesis con jóvenes. Siempre. Sí, siempre debería tener presente el sacerdote, el catequista, el profesor de religión o el responsable apostólico la lección del evangelio de hoy. Porque no acabamos de enterarnos del poder de Dios. Al menos, yo. Resulta que Pedro y sus compañeros de pesca han estado pescando a la hora propicia, es decir, por la noche, y no han cogido un pez. Ahora, mientras a pleno sol preparan las redes para la noche siguiente, Jesús se acerca a Pedro y le dice: «Rema mar a dentro y echa las redes para pescar». La orden no puede ser más improcedente, porque no es hora de pesca. Pedro, no obstante, se fía de Jesús. Obedece a sus palabras y echa las redes. Y las redes se llenan a reventar. Tanto, que las barcas están a punto de zozobrar por la carga. Simón experimenta quién es Jesús y quién es él. Y sólo encuentra esta salida: «Apártate de mí, que soy un pecador». No lo hará, porque Jesús ha venido a llamar a los pecadores. Más aún, hoy ha venido a decirle que quiere incorporarle a su propia tarea de salvar almas: «Desde hoy, serás pescador de hombres» Es cierto que tú eres un pecador. Es cierto que desde el punto de vista humano no hay esperanza alguna de éxito. Es cierto que tú debes poner de tu parte la experiencia y las cualidades que tengas. Pero todo esto debe ser olvidado frente a mi palabra. Tú serás apóstol y serás pescador de hombres. A pesar de todas las dificultades externas e internas, has de tener coraje para el servicio apostólico, y echar siempre las redes. No serán tus cualidades las garantes del éxito, sino mi palabra y mi persona.¡Qué lección tan actual y tan necesaria! El servicio apostólico no se fundamenta en la capacidad de los apóstoles ni en la buena voluntad de aquellos a los que son enviados. Se fundamenta únicamente en el mandato del Señor y en su poder. Ante la promesa de Jesús son secundarias las escasas probabilidades de éxito y las incapacidades personales. Lo decisivo es obedecer a Jesús. Aunque nos mande arar en el mar.    

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