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LITURGIA DEL VATICANO II

SEXTO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO (14.II.2010) - Ciclo C

BUENAVENTURAS Y MALAVENTURAS DE JESÚS

«Bienaventurados cuando os odien»

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Jesús tiene ante sí un numeroso grupo de discípulos. Quiere comunicarles lo que constituye el núcleo de su mensaje, para que a través de ellos se difunda en todas las direcciones. Comienza su «sermón». De sus labios van saliendo cuatro buenaventuras y  cuatro malaventuras. Dos categorías, dos mundos. A la categoría de los «felices, dichosos, bienaventurados» pertenecen los pobres, los hambrientos, los que ahora lloran y los que son perseguidos por el Evangelio. A la categoría de los «infelices, desgraciados, desventurados» pertenecen los ricos, los hartos, los que ahora ríen y los que son llevados en palmas por todos. Pero, ojo, Jesús no canoniza simplemente a todos los pobres, a todos los hambrientos y a todos los perseguidos, como no demoniza a todos los ricos ni a todos los que ríen ni a todos los que son aplaudidos. La distinción es mucho más profunda. En el fondo se trata de saber en qué funda cada uno su propia seguridad, sobre qué terreno está construyendo el edificio de su vida. ¿Sobre lo que pasa o sobre lo que no pasa? Esta página evangélica es, por tanto, una barrera que separa a los hombres en dos bandos y traza dos destinos diametralmente opuestos. Afortunadamente, ni la barrera es insalvable ni los dos bandos y destinos inamovibles.  Al contrario, la barrera es muy fácil de traspasar. Más aún, se puede y se debe traspasar. Precisamente, Jesús ha dicho estas buenaventuras y malaventuras para que cambiemos de campo. Bien entendido que, a lo que Jesús invita no es a ser pobres sino a ser ricos: «Felices vosotros, los pobres, porque vuestro es el Reino de Dios» Pensemos que habla de «pobres» que pasan a poseer «un reino» y lo poseen ya desde ahora. Los que desde ahora deciden entrar en ese reino, también desde ahora son hijos de Dios, hermanos, libres, llenos de la esperanza de la inmortalidad. Qué sabia era Teresa de Ávila, cuando sentenciaba: «Quien a Dios tiene, nada le falta, sólo Dios basta». Fe, esperanza  y posesión de Dios: ¡ese es el criterio para saber quién es rico y quién es pobre!

 

 

 

 

 

      Es una especie de meridiano, pe      cuatro buenaventuras se refieren a situaciones de carencia o privación: ser pobres, estar hambrientos, llorar, ser odiados. Las malaventuras hablan ante todo de comportamientos activos: ser mansos, misericordiosos, puros de corazón, constructores de la paz. Lo primero que Jesús dice es esto: «Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el Reino de Dios» La correspondiente malaventura suena así: «Ay de vosotros, los ricos, porque ya tenéis vuestro consuelo» Ciertamente todos pueden escuchar el Evangelio, pero sólo los pobres están preparados para acogerlo. Pero hay que comprender bien lo que Jesús entiende por «pobre». Los pobres son quienes, conscientes de que no bastan las propias fuerzas y los bienes terrenos, se saben completamente dependientes de Dios para alcanzar la salvación. Los discípulos de Jesús son esos pobres: ellos han dejado todo para seguirle. Jesús habla frecuentemente de los ricos y de los pobres, contraponiéndolos. Jesús ve en la riqueza un serio obstáculo para pertenecer al reino de Dios. Esto no significa que condene todos los bienes y todos los goces terrenos, que condene a todos los ricos y que todos los hombres deben ser lo más pobres posible, descartando como errado cualquier esfuerzo por una vida holgada y segura. El núcleo de su mensaje es este: la vida temporal y los bienes terrenos no lo son todo; y es una equivocación aspirar únicamente a los bienes terrenos y excluir del propio proyecto de vida a Dios y a la muerte. La relación con los bienes terrenos ha de ser valorada desde Dios. Toda relación con los bienes terrenos que se oponga al mandamiento del amor a Dios y al prójimo es equivocada.  

 

 

 El joven rico es una muestra ejemplar. Ante la alternativa de «todos sus bienes» y «seguir a Jesús», prefirió sus riquezas. Pero el poder y la misericordia de Dios son ilimitados y pueden hacer lo que hicieron con Zaqueo: era muy rico, pero repartió la mitad de sus bienes a los pobres y demuestra que sabe tratar su riqueza. Jesús trae   

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