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LITURGIA DEL VATICANO II

DOMINGO 23 DEL TIEMPO ORDINARIO (4.IX.2011) - Ciclo A

VIDA DE LA COMUNIDAD CRISTIANA

«Ve y corrígele a solas»

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El evangelio de este domingo, pese a ser breve, contiene tres importantísimas enseñanzas: la necesidad de corregir al hermano que se extravía, el poder de la Iglesia para perdonar los pecados y el valor de la oración comunitaria. Nadie tiene derecho a inmiscuirse en la vida de los demás. Menos aún, a criticarla o juzgarla con altanería y soberbia. Pero nadie puede desentenderse de un hermano que se extravía. Así como Dios va siempre en busca de la oveja perdida, todos estamos obligados a interesarnos por el hermano que se aparta del camino, sin dejarnos vencer por el desinterés, el miedo o la  pereza. ¡Cuánto mejor nos iría si los sacerdotes, los padres y todos los cristianos dejáramos de criticar y condenar al hermano que yerra y le dijéramos a solas que se corrija! De hecho, cuando se practica la «corrección fraterna», el hermano tiene las espaldas cubiertas y se convierte en una ciudad amurallada. La segunda enseñanza del evangelio se encuentra en estas palabras: «Todo lo que atéis en la tierra, quedará atado en el cielo y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo». Las palabras «atar y desatar significan: aquel a quien excluyáis de vuestra comunión, será excluido de la comunión con Dios; aquel a quien recibáis de nuevo en vuestra comunión, Dios lo acogerá también en la suya. La reconciliación con la Iglesia es inseparable de la reconciliación con Dios» (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1445). La tercera enseñanza reza así: «Si dos o más se ponen de acuerdo para pedir algo, mi Padre que está en los cielos se lo concederá. Porque donde hay dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos». Esta presencia de Cristo se da siempre que participamos en la misa del domingo, en el bautismo de un niño, en la boda de una pareja cristiana, y cuando enterramos a un difunto o rezamos los Laudes y las Vísperas. Buena es la oración individual, pero es incomparablemente mejor la comunitaria. Porque cuando rezamos juntos, Cristo quien ora en nosotros y Cristo ora por nosotros.       

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