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LITURGIA DEL VATICANO II

DOMINGO 5 DE PASCUA (2.V.2010) - Ciclo C

UN AMOR VERDADERO Y NUEVO

«Os doy un mandamiento nuevo»

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El evangelio de este quinto domingo de Pascua –que pertenece al discurso de despedida de Jesús de sus discípulos en la Última Cena- contiene unas palabras muy conocidas: «Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros como Yo os he amado». A primera vista, tales palabras desconciertan, porque hacía siglos que el Libro del Levítico había impuesto este mandato: «Ama a tu prójimo como a ti mismo» (Lv 19, 18). Sin embargo, aunque desde el punto de vista de su formulación el mandamiento del amor al prójimo es muy antiguo, Jesús puede decir con verdad que es «nuevo» por dos motivos fundamentales. En primer lugar, porque el mandamiento que da ahora, deriva, se apoya y se mide a partir de una experiencia que es completamente «nueva» para los Apóstoles: la experiencia de su muerte. Sólo cuando los Apóstoles vean que Él se entrega a la muerte, podrán descubrir hasta dónde llegaba el amor inmenso que les tenían el Hijo y el Padre. Esa muerte les hará experimentar que el amor de Jesús a los suyos es el amor incondicional del Pastor que entrega su vida sin reservarse nada para sí. El don de la vida del Hijo revelará también el amor infinito de Dios hacia a los hombres. Sin esta experiencia de la muerte del Maestro, los discípulos habrían amado -en el mejor de los casos- según el mandamiento «antiguo», hecho a la medida del amor de una persona hacia otra. Pero en la cima del Calvario, contemplando al Maestro que da su vida por todos, el mandato del amor al prójimo se hace «nuevo», porque la medida ya no será la del «como a ti mismo» sino la del «como Yo os he amado». A esta gran «novedad», se añade esta otra. El Antiguo Testamento formulaba la obligación de amar al prójimo, pero no daba fuerzas para cumplirlo. Esta fuerza es fruto de la gracia y del Espíritu, dones ambos que brotan de la Cruz de Jesucristo. Gracias al Espíritu que Jesús nos entrega con su muerte, somos capaces de amarnos los unos a los otros «como él nos ha amado», porque el Espíritu nos comunica el mismo amor de Cristo Un amor tan «nuevo», que será el gran testimonio que sus discípulos han de dar ante los hombres.

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