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LITURGIA DEL VATICANO II

DOMINGO XV DEL TIEMPO ORDINARIO (11.VII.2010) - Ciclo C

 

VETE, Y HAZ TÚ LO MISMO

«¿Quién es mi prójimo?»

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Con el evangelio de hoy sucede como con las obras maestras de Bethoven: escucha uno cuatro compases y sabe que está oyendo la novena sinfonía. Oye uno aquello de «bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó» e inmediatamente dice: la parábola del Buen Samaritano. Y así, es. El caso es que aquel camino ha sido durante muchos siglos un camino sumamente peligroso y en pleno desierto. Caer en manos de bandoleros y quedarse en este lugar después de haber sido apaleado sin piedad, era encontrarse en extrema necesidad. Es evidente que un hombre en una situación semejante necesita ayuda. No lo es menos, que la ayuda ha de prestársela alguien distinto de él. ¡Ese es su prójimo! Nadie puede pasar por alto, aunque hacer tal servicio comprometa a mucho,  perturbe la propia tranquilidad y los propios planes y hasta pueda comportar un peligro personal. Dos personas se encontraron con aquel hombre medio muerto, pero no quisieron complicarse la vida y se desviaron. Un tercero, que era un presunto enemigo, porque «era samaritano» y los samaritanos y los judíos no se hablaban, no miró para otra parte, sino que se detuvo, bajó de su cabalgadura, le hizo una primera cura de urgencia y le llevó al posadero, cargando con los gastos. Cuando Jesús responde con esta parábola  a un letrado que había preguntado quién era su prójimo, le formula, a su vez, esta pregunta: «¿Cuál de los tres te parece que se portó como prójimo?» La respuesta era evidente y el letrado no dudó un instante: «el que tuvo misericordia con él» Jesús le replicó: «Vete, y haz tú lo mismo». Todos recorremos un camino de Jericó, en el gran camino de la vida. En ese camino encontramos parientes, vecinos, colegas de trabajo, gente de nuestra tierra, emigrantes, católicos, protestantes, musulmanes, amigos, enemigos, gente simpática y antipática. Jesús nos dice: «sea quien sea, si está en necesidad, ayúdale como puedas» El punto de referencia para ayudar no es el parentesco o la simpatía. Es la necesidad real de ayuda. ¡¡Qué panorama, si tenemos el corazón generoso y queremos alcanzar la vida eterna!! Porque es de lo que se trata.  

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