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LITURGIA DEL VATICANO II

DOMINGO 21 DEL TIEMPO ORDINARIO (22.VIII.2010) - Ciclo C

«Entrad por la senda estrecha»

LA IMPORTANCIA DEL

CUÁNTOS Y DEL CÓMO

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"¿Son muchos los que se salvan?”. Esta pregunta, que ha inquietado a muchos y ha atormentado a no pocos, se la formuló una persona a Jesús, mientras iba a Jerusalén. Y Jesús le contestó, derivando la cuestión del «cuántos» al «cómo». Ya lo había hecho en otras ocasiones, por ejemplo, cuando uno le preguntó «cuándo» vendrá el fin del mundo. No era una descortesía o un modo de salir por la tangente para disimular su ignorancia. Era un modo de educar a los discípulos, sacándoles de la curiosidad y llevándoles al terreno de la verdadera sabiduría; de las cuestiones ociosas, que tanto apasionan a la gente, a los problemas que sirven para la vida. De hecho, la respuesta de Jesús tiene gran enjundia y señala tres cosas importantes, a saber: para salvarse hay que esforzarse, este esfuerzo ha de ser continuo y ha de consistir en hacer obras buenas. En primer lugar, hay que esforzarse. Es verdad que la salvación no es fruto del esfuerzo humano y que, por tanto, no nos salvamos con nuestras propias fuerzas, como han querido algunas herejías a lo largo de la historia. Pero también lo es que nosotros hemos de cooperar con Dios, esforzarnos por acercarnos a Él de modo decidido y consciente, superando los obstáculos y orillando todo lo demás. Este esfuerzo ha de ser continuo, día a día. Y sin olvidar que nuestro tiempo es limitado y se acaba con la muerte. Entonces será ya demasiado tarde para desear, llamar y golpear a la puerta de la salvación y del corazón de Dios. Tampoco podemos vivir a nuestro antojo y remitir a la vejez la preocupación por la salvación. Finalmente, el esfuerzo del día a día por nuestra salvación se concreta en las obras buenas para con Dios y el prójimo. No basta con estar bautizados y vivir como si Dios no existiese. El que así obra, se mete en un camino que terminará mal y, además, será el definitivo. La Buena Noticia de Jesús no es acaramelada. Dice cosas que no agradan al oído y no promete una vida fácil y cómoda. Contiene también algunas verdades molestas. Pero el buen médico no es el que da una palmadita al enfermo que se muere sino el que le lleva al quirófano y le cura.    

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