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LITURGIA DEL VATICANO II

DOMINGO 22 DEL TIEMPO ORDINARIO (29.VIII.2010) - Ciclo C

 

LA VERDADERA Y FALSA

PRIMACÍA

«El que se humilla será enaltecido»

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La idea que tenemos de los fariseos no puede ser peor. Son el prototipo de la hipocresía, la doblez y la falsedad; y los enemigos por antonomasia de Jesús. Pero el evangelio de hoy no se aviene con esta visión deformada, pues Jesús está «en casa de un fariseo importante» que le ha «invitado a comer». Estando allí verifica esa aspiración tan universal de buscar el sobresalir, manifestado, en este caso, en la elección de los «puestos más importantes». Jesús aprovecha la ocasión para dar dos grandes reglas de conducta: una, al anfitrión y otra, a los invitados. A estos les dice: «Cuando te conviden a una boda, no te sientes en el puesto principal, no sea que hayan convidado a otro de más categoría que tú y venga el que os ha invitado a los dos y te diga: Cédele el puesto a éste. Entonces, avergonzado irás a ocupar el último puesto». Jesús no da una regla de buen sentido, para evitar el ridículo, sino una regla de oro de conducta para sus discípulos. Regla que está formulada en estas palabras: «El que se enaltece, será humillado por Dios; y el que se humilla, será enaltecido por Dios». La clave está en ese doble «por Dios». A su luz se comprende bien lo de «humillado y enaltecido». El que busca su propia gloria y su prestigio, fracasa ante Dios, pues ante Dios no cuenta el prestigio, el brillo social y el honor. Lo que da valor a nuestra vida es el amor, el servicio desinteresado –sobre todo a los más necesitados-, el hacer las cosas para agradar a Dios, no para demostrar nuestra valía personal y autoafirmar la propia personalidad. Es un tema muy importante, pues aparece con frecuencia en el Evangelio. En el Magnificat, por ejemplo, canta María que Dios «ha derribado del trono a los poderosos y encumbrado a los humildes». En la parábola del fariseo y el publicano, éste es exaltado por Dios porque se reconoce pecador. Y en la disputa que sostienen los discípulos por los primeros puestos, Jesús sentencia: «el primero es el que es servidor de todos», no el que ocupa el puesto de primer ministro. Qué oportuno es preguntarse con frecuencia: «¿He hecho esto por Dios o buscándome a mí mismo?»               

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