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LITURGIA DEL VATICANO II

DOMINGO CUARTO DE ADVIENTO (19.XII.2010) - Ciclo A

DIOS VIENE A SALVARNOS

«La Virgen concebirá y dará a luz un hijo”

El evangelio de hoy tiene un comienzo sobrecogedor: “La madre de Jesús estaba desposada con José, y, antes de vivir juntos, resultó que esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo». José no tiene nada que ver con el nacimiento de este niño. Su existencia remite directamente al poder de Dios. No han sido los hombres quienes se han dado a sí mismos a Jesús. En el entretanto de los desposorios –o esponsales- y la conducción de la esposa a casa del novio, un año o año y medio después,  para comenzar las relaciones conyugales, José advierte el embarazo de Maria y decide separarse de ella en secreto. Entonces se le hace saber el origen del Niño y, por encargo de Dios, lo recibe como hijo suyo. Jesús se convierte así en hijo de José ante la Ley y ante los hombres. Con ella, entra en la descendencia de David y lleva a cumplimiento las promesas hechas a esa casa y a sus descendientes: «Reinará en la casa de David y su reino no tendrá fin», había dicho el ángel de la Anunciación a María. Al cumplir ahora su profecía, sirviéndose de José, éste recibe de Dios un encargo bien preciso: «Tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará al pueblo de sus pecados». Jesús no sólo ha recibido de Dios la existencia, sino también su nombre y su misión. Su nombre es «Jeshua» y significa «Dios es salvación», porque salvará al pueblo de sus pecados». Jesús no se revelará «hijo de David» porque tiene un gran poder político o militar ni será o porque sea su salvador en sentido terreno. Él reinará «en la casa de David, su padre», entregando su vida y ofreciéndola en rescate por todos. En Jesús Dios está con nosotros. En Él se nos manifiesta el Dios misericordioso que ayuda y salva, y Dios se nos revela como Dios que viene en nuestra ayuda para librarnos de nuestros pecados y para posibilitar que lleguemos a Él. Jesús es la prueba suprema de que Dios no nos abandona ni nos deja en manos del destino o de las fuerzas de la historia. Él es «Dios con nosotros». Y para nosotros. Para ti y para mí. ¡¡Qué suerte!!               

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