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LITURGIA DEL VATICANO II

FIESTA DE LA SAGRADA FAMILIA (26. XII. 2010) - Ciclo A

LA FAMILIA DE NAZARET Y

LAS NUESTRAS

«El Niño iba creciendo en edad y sabiduría»

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Un niño es un ser frágil, impotente y amenazado en la vida. No puede defenderse y para seguir viviendo necesita el cuidado y protección de su padre y de su madre. Jesús participa de esta condición, porque se hizo igual a nosotros en todo menos en el pecado.  Como los Magos han burlado a Herodes y le han privado de conocer el paradero del Mesías, él decide hacer un rastreo de todos los niños de la comarca y eliminar a los que considera que son de la edad del Niño Jesús. Esta voluntad homicida fracasa, porque Jesús tiene una madre y uno que  hace las veces de padre. José recibe de Dios la orden de huir a Egipto. Obedece. Y el impotente Niño Jesús escapa del poderoso y sanguinario Herodes. Muerto éste, José recibe el encargo de volver de Egipto e instalarse en Nazaret. Vuelve a obedecer y su obediencia se convierte en fortaleza de Jesús. Por tercera vez obedece, cuando Dios le manda instalarse en Nazaret, aunque reine allí el hijo de Herodes, Arquelao. Tres órdenes de Dios, tres obediencias de José y tres salvaciones para Jesús. La ley suprema de la vida de José es la voluntad de Dios, que le ha confiado al Niño. María también se mueve por la misma ley. A Ella se le ha confiado cuidar al Niño en las cosas propias de un niño. María no pestañea. Al contrario, se consagra al servicio del desarrollo  humano de Jesús. ¡Cómo contrasta el comportamiento de José y María con el de Herodes! Mientras ellos hacen todo lo posible para defender y cuidar al Niño, Herodes se ensaña en eliminarlo. Está poseído de la voluntad de poder. No tiene escrúpulos y emplea todos los medios para asegurarse el reino, aun trasgrediendo lo que ha de ser el primer deber de un rey. ¡Cuántos Herodes hay hoy en el mundo! En cualquier parte del mundo, incluida la nación en la que esto escribo.¡¡Es terrible!! Pero lo más dramático es que hoy, además de los herodes políticos y sociales de turno, quienes deberían proteger al niño -como José y María-, se convierten en sus exterminadores. ¡Señor!, detén esta barbarie, y descubre a los hombres y mujeres de hoy que así no puede construirse una sociedad con futuro.         

 

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