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LITURGIA DEL VATICANO II

DOMINGO II DE NAVIDAD (2.I.2011) - Ciclo A

EL LIBRO DE BUENAS OBRAS

«María meditaba todas estas cosas en su corazón»

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Esta mañana ha amanecido, minuto arriba minuto abajo, a la misma hora que ayer. También nos hemos levantado, más o menos, los mismos, que ayer. Y, por supuesto, mañana volveremos al tajo los mismos que curramos cada uno de los días laborables. Quiere esto decir que eso de «año nuevo» es un poco relativo. De todos modos, no voy a negar que ayer todos los calendarios arrancaban del mismo modo: «1 de enero de 2011». Tampoco voy a permitirme la indelicadeza de negarte a ti, que me estás leyendo ahora, y a todos los tuyos, un año lleno de buenas obras. Que éstas sean manuales o intelectuales, del cuerpo o del espíritu es lo de menos. Los sustantivo es que sean «buenas». No en vano la vieja filosofía decía que Dios se escribe con mayúscula de Bondad, Verdad y Belleza. De modo que la suma Verdad, la suma Bondad, la suma Belleza y Dios son la misma cosa. Donde hay, pues, una obra buena, allí está Dios. Por eso, el bloc de notas de casi cuatrocientas páginas que acaban de entregarnos, serán otras tantas invitaciones a que las llenemos con esas obras que nos gusta recordar el último día del año. Podemos escribir muchas sonrisas a los hijos y a los amigos; muchos pequeños favores realizados en casa o en el trabajo; muchos ratos de estudio para ser un día útiles a la sociedad; muchas horas de simpatía a los clientes de nuestro comercio; muchísimas más de delicadeza a los que vienen a la ventanilla de nuestra Caja o de nuestra oficina; muchos chistes limpios contados a los compañeros para hacerlos reír; muchas horas gastadas en tener una casa que sea un hogar y, por eso, mucho más apetecible que un hotel de cinco estrellas. La clave para vivir el año nuevo no está tanto en que hagamos muchas «cosas grandes y nuevas», sino en que vivamos con «espíritu nuevo» las pequeñas cosas de cada día. Si cada día del año ayer empezaba ponemos un ladrillo de buenas obras en el edificio de nuestra vida, mi felicitación habrá sido tan sencilla como maravillosa. ¡Feliz, pues, 2011 y que María nos acompañe todos sus días!

 

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