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LITURGIA DEL VATICANO II

DOMINGO 28 DEL TIEMPO ORDINARIO (9.X.2011) - Ciclo A

DIOS TIENE LA ÚLTIMA PALABRA

«Salid a los caminos e invitad a la boda»

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El Evangelio de este domingo es, sustancialmente, igual que el de los dos anteriores: una parábola dirigida a los sumos sacerdotes y senadores del pueblo judío para abrirles los ojos sobre la necesidad de cambiar de vida antes de que sea demasiado tarde. Pero las tres parábolas: la de los dos hijos invitados a ir a la viña (domingo 26), la de los malos viñadores (domingo 27) y la de los invitados a la boda de hoy (domingo 28), tienen un carácter fundamental y nos interpelan también a nosotros. Dios no nos fuerza ni obliga, sino que se dirige a nuestra libre decisión. Los hijos son invitados a trabajar en la viña del padre; a los viñadores se les recuerda la obligación que tienen de dar al dueño los frutos que le pertenecen; los invitados a la boda son llamados para participar en el banquete. Los que son interpelados pueden responder con un «sí» o con un «no», pueden acoger o rechazar la invitación de Dios. Es el juego de la libertad. Pero han de atenerse a las consecuencias. Porque la oferta es vinculante y con repercusiones de eternidad. Por eso, Jesús insiste en que «ahora» al Dios que invita, se le puede rechazar, usando irresponsablemente la libertad que él nos ha dado. Pero «al final» la respuesta no la dará el hombre sino Dios. Jesús quiere dejar claro las consecuencias futuras y definitivas que tiene nuestro comportamiento en la tierra. Podemos elegir libremente por Dios o contra Dios. Somos libres en nuestra elección. Pero no lo somos en las consecuencias de nuestra elección, sino que éstas las determina Dios. Querámoslo o no, a nuestro «no» a Dios va unida la perdición definitiva. Hemos de ser, pues, responsables, no comportarnos de modo irracional y elegir libremente a Dios. Rechazar la invitación al banquete de bodas que Dios ha preparado: el Cielo, significa rechazar la comunión de vida con él por toda la eternidad. Valdría la pena hacerse estas dos preguntas: ¿cómo estoy respondiendo a la invitación de Dios? ¿qué me impide aceptar esa invitación?          

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